Boletín UNAM-DGCS-045
Ciudad Universitaria
DISTINGUEN A TRES ANTROPÓLOGOS UNIVERSITARIOS CON LOS PREMIOS ANUALES
INAH 2001
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Cristina del Pilar
Oehmichen, María Villanueva y Alejandro Terrazas, del Instituto de
Investigaciones Antropológicas, fueron los galardonados
·
Desde hace varios años
la migración se ha convertido en uno de los pilares fundamentales para sostener
la maltrecha economía campesina: Oehmichen
·
Villanueva aporta
novedosa metodología para estudiar el fenotipo facial de las personas
·
Terrazas investiga el
poblamiento de América, aplicado al caso concreto de la entrada del homo
sapiens a territorio mexicano
El Instituto Nacional de Antropología e Historia entregó
los Premios Anuales INAH 2001 a tres destacados académicos universitarios:
Cristina del Pilar Oehmichen Bazán, María Villanueva Sagrado y Alejandro
Terrazas Mata, integrantes del Instituto de Investigaciones Antropológicas.
Oehmichen Bazán recibió el “Fray Bernardino de Sahagún”
en Etnología y Antropología Social a la mejor tesis de doctorado: Mujeres
indígenas migrantes en el proceso de cambio cultural. Análisis de las normas de
control social y relaciones de género en la comunidad extraterritorial.
Asimismo, el galardón “Javier Romero Molina” en
Antropología Física fue para María Villanueva (mejor tesis de doctorado) y
Alejandro Terrazas (mejor tesis de maestría), por Un método para evaluar
fenotipos en una muestra de población mexicana adulta, así como Teoría de la
coevolución humana. Una posición teórica en antropología física, respectivamente.
Terrazas Mata también ganó, de manera colectiva, el
premio “Miguel Covarrubias” en museografía e investigación de museos, por la
sala Introducción a la antropología, del Museo Nacional de Antropología e
Historia, proyecto en el que participó como guionista.
Cristina Oehmichen señaló que, desde hace varios años, la
migración se ha convertido en uno de los pilares fundamentales que sostiene la
maltrecha economía campesina. Este movimiento de personas ha adquirido gran
preponderancia, no sólo en lo que se refiere a trasladarse del campo a los
centros urbanos en el país, sino también en el ámbito internacional.
Dijo que ese fenómeno por sí mismo no rompe con el
sentimiento de pertenencia a la comunidad de origen. Es decir, ésta se reproduce
en los contextos generados en los traslados: los integrantes son portadores de
su cultura y la recrean en los lugares a los que llegan.
Además, para mantener viva a la comunidad más allá de los
límites del territorio de origen, cuentan con diversos mecanismos que les
permiten ratificar y actualizar un vínculo social, como en el caso de las
relaciones matrimoniales.
Se ha determinado que independiente del lugar donde se
sitúen los migrantes, éstos continúan reproduciendo una relación endogámica; es
decir, mantienen una conyugalidad a pesar de la distancia.
Sin embargo, comentó la antropóloga universitaria, las
mujeres han ido adquiriendo mayor conciencia sobre sus derechos y se aprecia
que, cuando empiezan a reclamarlos, los maridos -al no controlar tal situación-
las abandonan con frecuencia.
Sostuvo que, al igual que sucede con la modernización,
las transformaciones que se presentan ante la migración son impredecibles e
inciertas. No podemos asegurar que con ella vayan a disolverse las identidades étnicas.
Uno de los elementos que dificulta el que quienes se
desplazan sean asimilados por la sociedad a donde arriban, es que las
comunidades de origen tengan mecanismos internos de control social con los
cuales, si uno de ellos se desvía de las normas de la comunidad, de inmediato
se le llama a la lealtad, a que
mantenga los valores y las creencias del grupo en el nuevo entorno.
Finalmente, calificó al premio como un estímulo para los
antropólogos y una forma de difundir sus obras, ya que los materiales ganadores
serán publicados. “Es un reconocimiento social que hacen los colegas que
evalúan los trabajos”.
Por su parte, María Villanueva Sagrado indicó que su
tesis Un método para evaluar fenotipos en una muestra de población mexicana
adulta nació de una línea de investigación (iniciada en 1993) en torno a la
variabilidad biológica facial de los habitantes del país, de donde surgió el
programa Retrato hablado asistido por computadora, que hoy se utiliza en las
procuradurías estatales.
Gracias al material recolectado en ese estudio, la
investigadora comenzó a analizar y evaluar las tres superficies de la cara: la
cerebral (la frente), la respiratoria (de las cejas hasta debajo de la nariz) y
la digestiva (desde abajo de la nariz hasta la punta del mentón), con el fin de
determinar dimensiones y características generales.
Con ayuda de un planímetro (instrumento que sirve para
medir áreas de figuras planas) o simplemente a mano, se evalúan las tres
superficies. Así, “podemos decir, por ejemplo, que tal persona tiene un
fenotipo 3 5 5, lo cual indicaría las proporciones faciales del sujeto de una
manera sencilla”.
Para ello fue necesario establecer normas y tablas
numéricas, mediante un análisis estadístico de la variabilidad encontrada, lo
cual generó este método que sirve a los antropólogos físicos para estudiar la
diversidad morfológica facial, y se puede aplicar a población nacional o de
otros sitios.
Explicó que el fenotipo es la apariencia del individuo,
su expresión física matizada por el ambiente y por su tipo de vida. Es decir,
una persona puede tener un genotipo para una estatura de 1.80 porque sus
ancestros quizá fueron altos, pero si no tuvo una alimentación adecuada esa
estatura no se manifestará, por lo que fenotípicamente medirá –por ejemplificar-
1.65.
A este trabajo, continuó Villanueva Sagrado, se le ubica
como un estudio de fenotipo facial porque “no sabemos si la persona que
analizamos sería -en otras circunstancias de vida, otro medio o alimentación-
más cachetón y tendría proporciones del rostro distintas”.
Precisó que hasta antes de su estudio había metodologías
que permitían evaluar el fenotipo, pero sólo del cuerpo del individuo. Es
decir, mediante tres números se puede saber si se trata de una persona
longilínea, rechoncha o gordita.
No obstante, ésta no evaluaba la parte de la cara, lo
cual es absurdo porque es precisamente con ella con la que nos reconocemos unos
a otros: “lo primero que uno ve es el rostro del de a lado y no el cuerpo”.
Además, hay relación entre la forma de la cara y el
cuerpo. Por lo general todos los individuos delgados y altos no tienen rostro
redondo o cachetón, sino más bien alargado o estrecho.
María Villanueva manifestó para concluir que hay una gran
conexión entre el fenotipo facial y el cuerpo; de modo que, en cuestiones
forenses por ejemplo, si una víctima describe de qué tamaño tenía un individuo
la parte cerebral de la cara en relación con las otras dos secciones, puede
hacerlo utilizando una escala de uno a siete, en donde uno es la medida mínima
y siete la máxima. Así se puede orientar un retrato hablado, el cual
también proporciona indicios sobre el
resto del cuerpo de quien se describe.
Por su parte, Alejandro Terrazas Mata compartió el premio
a la mejor tesis de maestría con una investigadora del propio INAH, quien
realizó un trabajo sobre prácticas mortuorias en la Escuela Nacional de
Antropología e Historia.
Explicó que Teoría de la coevolución humana. Una posición
teórica en antropología física es una propuesta en la que trabaja desde hace 10
años. “Se busca darle cuerpo teórico a un problema que estudiamos los
antropólogos físicos: la relación entre biología y sociedad, entre biología y
cultura”.
El hombre es un ser biológico, por su nacimiento y su
carga genética. Sin embargo, “somos animales que crecemos y vivimos en una
sociedad, en sistemas formados no sólo por otros individuos, sino por un nivel
mayor de complejidad que son las organizaciones”.
Nos reunimos en grupos que, a diferencia de otros seres
vivos, están estructurados en clases sociales, así como congregaciones
laborales, de género y de edad. Estas características influyen en nuestra
biología y ésta -a su vez- en la conformación de la sociedad.
La idea es que nuestra biología condiciona ciertos
aspectos de lo que puede ser lo social y viceversa. Por ejemplo, la estatura,
el desarrollo psíquico, intelectual y emocional dependerán de si tuvimos una
buena alimentación o no, porque la maduración del cuerpo y del cerebro no serán
iguales con una mala alimentación que con una buena.
En la actualidad, Terrazas Mata investiga el poblamiento
de América, aplicado al caso concreto de la entrada del homo sapiens a
territorio mexicano, entendiendo que la evolución tanto biológica como cultural
no se detuvo, sino que ha habido pequeños procesos de microevolución; cambios
de muy pequeña escala, pero que son importantes para sobrevivir al colonizar
nuevos territorios.
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PIES DE FOTO
Foto 1
María Cristina del Pilar Oehmichen, del Instituto de
Investigaciones Antropológicas (IIA), recibió el premio “Fray Bernardino de
Sahagún” en Etnología y Antropología Social a la mejor tesis de doctorado:
Mujeres indígenas migrantes en el proceso de cambio cultural. Análisis de
las normas de control social y relaciones de género en la comunidad extraterritorial.
Foto 2
María Villanueva Sagrado, del IIA, recibió el galardón
“Javier Romero Molina” en Antropología Física por la mejor tesis de doctorado:
Un método para evaluar fenotipos en una muestra de población mexicana adulta.
Foto 3
Alejandro Terrazas, del IIA, fue galardonado con su tesis
de maestría: Teoría de la coevolución humana. Una posición teórica en antropología
física.