06:00 hrs. Diciembre 21 de 2002


Boletín UNAM-DGCS-1025

Ciudad Universitaria

 

 

Pies de fotos al final del boletín

 

PRECARIAS CONDICIONES DE VIDA DE LOS JORNALEROS EN MÉXICO: ANTONIETA BARRÓN PÉREZ

 

·        La académica de la Facultad de Economía de la UNAM dijo que desde hace cinco años se agudizó la difícil situación para los hombres del campo dedicados a la agricultura de exportación

·        El aumento de la oferta laboral sobre la demanda y la caída salarial, entre las principales causas de las malas condiciones

·        Son mujeres entre el 35 y 40% de los jornaleros, quienes además trabajan en su casa

 

La inestabilidad en las condiciones de trabajo y de vida de los jornaleros dedicados a la agricultura de exportación en México se ha agudizado desde hace cinco años, por el aumento de la oferta laboral de adultos jóvenes sobre la demanda, la caída salarial, la casi nula seguridad social y la falta de protección de sus derechos, advirtió la académica de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM, María Antonieta Barrón Pérez.

 

La académica, Premio Universidad Nacional 1997, informó que en México se estima que hay aproximadamente dos millones y medio de jornaleros, de los cuales un millón se concentra en los cultivos de exportación. De éstos, entre el 35 y el 40% son mujeres y el resto hombres, incluidos adultos y niños (las niñas no trabajan). Aunque en este sector, precisó, la paga por el trabajo es igual para todos, sin importar sexo o edad.

 

 

Actualmente, si el jornalero cobra a destajo, detalló, gana de un peso hasta dos por la cubeta recolectada y la cuota de recolección para los adultos es de 100 diarias; esto es, gana entre 100 y 200 pesos al día.

 

Hasta el 2001 estos trabajadores del campo ganaban -en jornada normal- 50 pesos, más 150 por lo realizado a destajo. La especialista en empleo rural calificó de “violencia grave” el que un jornalero deba forzarse para cubrir la recolección de 100 cubetas en una jornada de 10 o 12 horas y aún así su condición empeore.

 

Explicó que el empleo rural tiene dos vertientes: por un lado, la agricultura de exportación –jitomate, pepino y calabaza– que se realiza en entidades como Sinaloa, Sonora, Baja California Norte y Sur; y por el otro están los cultivos tradicionales: maíz, frijol y sorgo, en el resto del país.

 

La primera, agregó la economista, representa no más del 8% de la superficie total cosechada y, sin embargo, absorbe entre el 35 y el 40% de la población ocupada en el sector agrario. Por otra parte, a la tradicional -sobre todo en el caso del maíz, que es el primer cultivo en importancia en México- se dedica más del 30% de los jornaleros.

 

Analizados en un contexto diferente al de la agricultura en general, puntualizó, los que laboran en el agro de exportación se concentran en espacios que se convierten en mercados de trabajo, y venden su fuerza ya sea cada mañana o por periodos de al menos tres meses de duración, cuando “son enganchados” en Oaxaca o Guerrero para ir a Sinaloa o Baja California.

 

Migran de las zonas que la investigadora llama de expulsión, debido a que en la agricultura de subsistencia hay una contracción del empleo por la caída de la inversión, acotó.

 

Barrón Pérez expuso que los jornaleros con mayor experiencia y recursos económicos viajan a Estados Unidos, los demás se trasladan a las zonas del país donde hay trabajo para toda la familia.

 

Los migrantes que acuden a los campos por su cuenta llegan por lo general a Sinaloa, y de ahí se trasladan a las regiones donde se lleva a cabo la recolecta.

 

 

La investigadora destacó que las jornadas normales hasta antes de 1997, con horarios de 7:00 a 15:00 horas y salarios fijos, más el tiempo restante pagado a destajo, sufrieron modificaciones pues los productores comenzaron a aceptar a estos trabajadores en diferentes modalidades de contratación.

 

Sin embargo, con el aumento de la oferta laboral, agregó, dicha contratación en la actualidad se hace casi exclusivamente a destajo, con jornadas “brutales”, pues tanto adultos como niños tienen que cortar cantidades determinadas del cultivo por una paga mínima.

 

Debido a la nueva situación, las horas laborales han aumentado de 8 a 15 horas; aún así, se ha intensificado la velocidad con que los jornaleros trabajan, con el fin de incrementar su salario, lo que muestra hasta qué grado se han hecho precarias sus condiciones de vida.

 

Algunos laboran sólo tres o cuatro días a la semana debido a que no aguantan más, pero otros, porque no hay trabajo para ellos. Pese a las condiciones de grave deterioro en que subsisten, viven mejor que en sus lugares de origen, donde no tienen siquiera lo necesario para comer, denunció.

 

Sobre el trabajo infantil en niños de hasta 14 años, la académica de la FE recalcó que, como consecuencia del incremento de la oferta de adultos jóvenes (mayores de 14 años), en 1999 se dio una contracción en la ocupación de niños para la agricultura de exportación y hoy sólo representa el 5% del total de jornaleros, aunque en mercados específicos llegó al 15 y 20%.

 

Los infantes, anotó, son sólo fuerza de trabajo complementaria, pues en la mayoría de los casos son menores de ocho años de edad incorporados ya al mercado laboral, de quienes se obtiene poco rendimiento. Sin embargo, las familias presionan a los contratistas para que sus hijos también laboren.

 

En la disminución de la fuerza de trabajo infantil, dijo, influye además la presión de la población estadounidense, la cual deja de comprar el producto cuando sabe que en su recolecta participaron niños.

 

 

 

 

 

En el caso de las mujeres, planteó María Antonieta Barrón, a las arduas horas de trabajo se suma el problema del “estigma de ser madre”: después de concluir su labor deben ayudar a sus hijos porque si los menores no terminan la cuota mínima exigida a ellos, 35 cubetas, no se les paga. De esta manera, “para ellas la jornada se vuelve más violenta”.

 

Otro sector desplazado con el incremento de la oferta laboral, abundó, es el de los “viejos” de más de 40 años, a quienes por lo general no se les da la oportunidad de emplearse toda la semana.

 

Pero, aún si estos campesinos son “enganchados” para trabajar todo el periodo de la cosecha, no hay ninguna garantía de que tengan seguridad social. La universitaria explicó que, de acuerdo con la Ley del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), los jornaleros que obtengan mil 500 aportaciones, es decir, mil 500 semanas de trabajo, tienen derecho a jubilación.

 

El problema, indicó, es que no tienen forma alguna de comprobar si los patrones registran el número de semanas y horas por día que laboran en los distintos ciclos agrícolas.

 

A esto,  señaló la especialista, se suma el hecho de que cuando el asalariado del campo mexicano tiene más de 40 años difícilmente trabaja toda una semana, por lo regular sólo lo hace tres o cuatro días, y cuando le va bien puede laborar hasta diez meses al año.

 

Entre las causas por las cuales los jornaleros no trabajan en forma continua, dijo, destacan las condiciones climatológicas de los campos, la sobreoferta laboral y el cansancio crónico de los campesinos debido a las arduas jornadas.

 

Ante este panorama, la académica de la UNAM propuso cambiar la reglamentación sobre seguridad social para los jornaleros, con el fin de hacerla acorde a las características de sus ocupaciones, así como modificar los criterios de las cuotas que aportan al IMSS.

 

Concluyó que las autoridades deben intervenir para que el patrón cumpla con lo mínimo establecido por la ley y para que los contratistas o “enganchadores” no abusen de la ignorancia y necesidad de los campesinos, porque en estados como Durango éstos llevan a los jornaleros a trabajar, ellos cobran y al final del ciclo agrícola pagan a los asalariados del campo lo que quieren.

 

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PIES DE FOTO

 

Foto 1

 

Antonieta Barrón Pérez, académica de la Facultad de Economía de la UNAM, subrayó que las condiciones de vida de los jornaleros de la agricultura de exportación en México se encuentran en una profunda y grave precarización.

 

La catedrática de la Facultad de Economía de la UNAM, Antonieta Barrón Pérez, subrayó que el aumento de la oferta laboral sobre la demanda y la caída salarial son dos de las causas que provocaron el deterioro en la vida de los trabajadores de la agricultura de exportación.