06:00 hrs. Diciembre 04 de 2002


Boletín UNAM-DGCS-0989

Ciudad Universitaria

 

TIENE REPERCUSIÓN SOCIAL LA MODIFICACIÓN DE LOS ESPACIOS URBANOS

 

·        Gabriela Wienner, de la FA, dijo que parece que a nadie le importan las intervenciones, pero tienen trascendencia fundamental para la vida comunitaria

·        Cecilia Martínez, de la misma Facultad, señaló que las obras que se llevan a cabo en este tipo de espacios no se realizan de manera integral

 

Los cambios en las áreas públicos rompen los vínculos entre espacio y comunidad, lo que altera la relación entre las personas y su entorno con repercusiones sociales o comunitarias notables, aunque en apariencia nadie los nota ni se queja, aseguró Gabriela Wienner, de la Facultad de Arquitectura (FA).

 

En la actualidad, reconoció, la conciencia histórica es lo único que nos salva de caer en la homogeneización de la imagen urbana y de ser víctimas de la manipulación de los grandes capitales, de las imágenes vendidas y de las modas.

 

Al participar en la mesa redonda “Espacio público y sustentabilidad en Áreas Históricas”, señaló que dicha conciencia es también el factor que le dará sustentabilidad a los proyectos desarrollados en los centros históricos de las ciudades; si ésta no existe, además de la relación que se establece con la naturaleza, la geografía y el lugar, difícilmente habrá viabilidad en tales proyectos.

 

Apuntó que la incesante intervención en el espacio público (como ejemplos: levantar pavimentos, sembrar y quitar árboles o colocar jardineras) pareciera que a nadie le importa, pero en realidad tiene una trascendencia fundamental para la vida comunitaria.

 

Durante la celebración del IV Congreso Nacional de Escuelas de Urbanismo, organizado por la FA, la especialista explicó que el patrimonio no es algo fijo o estático, sino dinámico; se transforma y adapta en función de las necesidades del grupo social que lo hereda, lo cual es la garantía para su conservación.

 

Por ello, los miembros de una sociedad tienen libertad de decisión en relación con la evaluación, conservación, protección y acrecentamiento del patrimonio.

 

Gabriela Wienner comentó que las plazas públicas tienen mucho que ofrecer. El espacio abierto o público sirve para dar lugar a un centro urbano importante, donde confluyan los puntos más trascendentes para la vida religiosa y civil de las ciudades.

 

La actividad en estas plazas y la función que se les otorga está ligada de manera íntima al uso de los edificios, con un significado relevante y simbólico para sus habitantes.

 

Sostuvo que con la inversión que se le está aplicando al Centro Histórico de la Ciudad de México se buscan múltiples tipos de usuarios. Sin embargo, hay comunidades locales, habitantes de la zona, por lo que se debe analizar con cuidado para qué se realizan las obras y a quiénes van destinadas. Con ello, se podrán orientar de manera adecuada las intervenciones.

 

Por su parte, Cecilia Martínez, también de la FA, resaltó que hoy la gran pregunta que se plantea con respecto a los edificios históricos es: ¿estamos adecuando los espacios públicos o los estamos volviendo museos porque no podemos tocarlos?

 

Dijo que muchas de las modificaciones que se dan a este tipo de espacios implican quitar macetones, lozas y poner árboles, pero finalmente no se acaba de dar una intervención urbana integral, que contemple usos de suelo y demás; por lo general se cambia el pavimento, pero sin que esto tenga relación con el entorno.

 

 

La especialista universitaria comentó que un espacio público puede ser desde un arroyo vehicular o las banquetas, hasta las plazas que muchas veces se pueden encontrar en ciudades históricas. En éstas, sobre todo en las de tipo colonial, el espacio se fue generando en gran parte en torno a lo que era el proyecto arquitectónico original.

 

Las plazas eran el referente de acceso a las edificaciones, y esas grandes construcciones con un significado particular estaban íntimamente relacionadas con el clero, por lo que eran lugares de poder tanto eclesiástico como civil.

 

Resaltó que las actividades sociales de aquella época eran asistir a las misas, las bodas, los sepelios, y a las festividades de los pueblos, registrar a los hijos; estos eventos giraban en torno a la iglesia, y la plaza era el lugar para reunirse antes o después de ir misa.

 

En ese sentido, añadió, se empieza a notar un desfase total, las ciudades cambian, al igual que las necesidades, y los espacios comienzan a estructurarse de otra forma.

 

A su vez, el académico de la FA, Hermilo Salas, comentó que en el principio de los centros urbanos no había espacios públicos, las áreas que rodeaban a las casas habitación eran, por lo general, ampliación de la vida cotidiana y familiar. Eso se ve todavía en los pueblos, donde sus habitantes se integran como grupos, como barrio o como comunidad.

 

Hoy se plantea la apropiación de los espacios públicos por los actores de la sociedad; sin embargo, ésta no se está dando por la gente que quiere vivir en ellos, sino por quienes pretenden utilizarlos para beneficio personal o grupal.

 

Esto ha pasado más en centros históricos como el de Morelia, donde hasta hace algunos meses la plaza estaba tomada literalmente por  múltiples vendedores ambulantes; en la actualidad, con la reubicación de dichos comerciantes, los lugareños han vuelto a adueñarse de la plaza, a hacerla suya. Sin embargo, otros espacios como el centro de Coyoacán y el Centro Histórico, ambos en la ciudad de México, muestran que éstos ya no son para los habitantes, sino para desarrollar actividades políticas o comerciales que modifican la vocación legítima de esos lugares públicos, finalizó.

 

 

 

– o0o –