Boletín UNAM-DGCS-0930
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LA COMPETITIVIDAD MEJORA LA CALIDAD DE VIDA DE LA POBLACIÓN: LUIS JAIME SOBRINO
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La globalización, causa
de que los gobiernos estatales comenzaran a formular programas para el fomento
y la promoción económica, manifestó el investigador de El Colegio de México
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El Estado no puede
crear las condiciones o ventajas competitivas para un país, es simplemente un
“catalizador”, afirmó al participar en el “Seminario de Política Industrial”
organizado por la Facultad de Economía
A partir del auge de la globalización en la década de los
90, las ciudades comenzaron a competir por la atracción de inversiones públicas
y privadas, lo que impulsó la generación de empleos, la mayor productividad
local y, por consiguiente, el incremento en la calidad de vida de la población,
aseguró el investigador de El Colegio de México, Luis Jaime Sobrino Figueroa.
En la teoría, dijo, la competitividad se sustenta en dos
elementos: el desempeño económico de las unidades, ya sea en empresas, ciudades
o países; y porque se establece un vínculo entre este papel macroeconómico con
las condiciones de vida de la población. Es decir, que “a mayor competitividad,
mejoras sustanciales en la calidad de vida”, precisó.
Al participar en el “Seminario de Política Industrial” en
la Facultad de Economía, con el tema “Competitividad de las ciudades en
México”, el investigador aseguró que la globalización propició que los
gobiernos locales –principalmente los estatales- formularan e instrumentaran
programas para el fomento y la promoción económica.
En la mayoría de las entidades federativas se
establecen metodologías de planeación
para identificar las fortalezas y debilidades internas, así como las
oportunidades y amenazas externas. Ello ha traído el éxito de algunas de ellas,
puntualizó, Sobrino.
Agregó que la competitividad tiene una historia muy
reciente. A partir de 1995 se comienzan a producir los primeros trabajos de
investigación. “En primera instancia, se creyó que era de manera automática
establecer los mismos elementos teóricos y económicos para estudiar la
competitividad de los países y las ciudades”.
Al referirse a las naciones, explicó que son tres los
factores determinantes para la competitividad: primero, la eficiencia
microeconómica de sus empresas, es decir, cómo operan en sus funciones de
producción, insumos, mano de obra; segundo, las políticas gubernamentales para
el fomento y la promoción económica; y tercera, el desempeño de sus principales
ciudades para atraer nuevas inversiones.
Sin embargo, para medir la competitividad existen
organismos internacionales conformados por diversos países, como el Instituto
de Administración del Desarrollo de Suiza, el cual -según el investigador-
utiliza demasiadas variables, todas con igual valor: “ellos consideran que el
tipo de cambio tiene la misma ponderación que el número de alumnos inscritos en
actividades de ingeniería, cuando estos determinantes de la competitividad son
más del corte estructural”.
En cuanto a la competitividad entre ciudades, apuntó, se
trata de un juego que al final de cuentas genera un mayor valor agregado.
Tras citar al economista estadounidense Michael Porter, el
académico señaló que “el Estado no es un elemento que pueda crear las
condiciones o ventajas competitivas para un país, sería simplemente un
“catalizador” que sirve para acelerar o retrasar los procesos, pero no es capaz
de crearlas por sí solo”.
En México, a partir de los años 80 la mayor generación de
las ciudades provenía del sector servicio, en detrimento del industrial.
Sin embargo, la situación cambió al paso de los años. Al
presentar un estudio sobre las ciudades del país -con cuatro indicadores como
base-, Sobrino destacó que en 1998, ya existían ciudades pequeñas como Silao,
Lázaro Cárdenas y San Juan del Río, que basaban su competitividad en el impacto
de una gran empresa.
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El investigador de El Colegio de México, Luis Jaime Sobrino Figueroa, participó en el Seminario de Política Industrial, organizado por la Facultad de Economía, con la ponencia “Competitividad de las ciudades en México”.