06:00 hrs. Octubre 6 de 2002


Boletín UNAM-DGCS-0851

Ciudad Universitaria

 

DESGASTADO EL MODELO AGROPECUARIO MEXICANO: POLANCO LÓPEZ

 

·        Está en decadencia y agotado, afirmó el director de Políticas Públicas de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo

·        Propuso declarar al campo mexicano prioridad nacional y en situación de emergencia económica y social

 

Es necesario reconocer, revalorizar y promover los diferentes sistemas agrícolas existentes en el mosaico de condiciones naturales y socioeconómicas de México, y renovar el actual modelo agropecuario porque está “en decadencia, desgastado y agotado, y con un horizonte poco prometedor”.

 

Así lo aseguró Iván Polanco López, director de Políticas Públicas de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo, al participar en el “XXII Seminario de Economía Agrícola del Tercer Mundo. Agricultura y alimentación frente a los retos tecnológicos del nuevo siglo”, organizado por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

 

En la mesa “La visión de los productores: el impacto de la incorporación de tecnologías en la producción” propuso declarar al campo mexicano como prioridad nacional y en situación de emergencia económica y social.

 

Refirió que el modelo de agricultura industrial es un sistema de producción rutinaria, homogénea e intensiva, que implica la concentración de tierras y un uso exhaustivo de maquinaria, agroquímicos, antibióticos, conservadores y agua, el cual en el corto plazo eleva la producción.

 

Sin embargo, señaló, aunque dicho modelo puede ser pertinente para Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, en México “tendríamos que hablar de diversos modelos de agricultura acordes con la variedad orográfica, agroecológica, étnica, socioeconómica y cultural de nuestro país”.

 

En nuestro territorio sólo 15% de la superficie agrícola sería apta para dicho modelo –llanuras costeras del Pacífico y el Golfo, y algunos valles interiores-, porque para el resto (85%) no es aplicable.

 

Además, la agricultura industrial, precisó Polanco, tiende a concentrar las tierras, los subsidios y los ingresos en unas cuantas unidades productivas, desplazando a los pequeños y medianos productores, obligándolos a rentar o vender sus parcelas y a buscar opciones de trabajo en las ciudades.

 

Luis Armando Aznar Molina, de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA), señaló que cuando se piensa en tecnologías para los productores del campo deben hacerse dos preguntas: para qué y para quién.

 

A partir de ellas, agregó, se plantean diversos escenarios posibles: el primero es el biotecnológico. Los cultivos modificados genéticamente son una herramienta para la agricultura industrial y sus beneficiarios son las corporaciones multinacionales.

 

Otro es el correspondiente a las políticas públicas y las tecnologías para pequeños productores, donde hay programas como “Contigo” y “Alianza para el campo”, los cuales tienen una visión sectorial. Instrumentos como la nueva Ley de Desarrollo Rural Sustentable no pueden operar por falta de financiamiento.

 

Ante esa situación, se requiere entender la multifuncionalidad de la agricultura campesina para alcanzar la soberanía y la seguridad alimentaria.

 

Comentó que para que una nueva tecnología beneficie a la agricultura y al desarrollo humano, debe haber participación, transparencia y  respeto cultural, ambiental y de la salud, así como satisfacción de las necesidades de las personas.

 

Alvaro López Ríos, dirigente de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas, coincidió en la necesidad de buscar soluciones a los problemas del campo de manera integral, con la participación de los campesinos y sus familias.

 

Asimismo, urgió la necesidad de una política agraria articuladora, en función de la pluralidad nacional, donde la problemática de los productores sea diferenciada.

 

La agricultura comercial, dijo, se relaciona con los monopolios de maquinaria, fertilizantes y agroquímicos necesarios para mantener altos niveles de eficiencia frente a una competencia complicada.

 

Por último, Belem Avendaño, de la Universidad Autónoma de Chapingo, aseveró que la inocuidad alimentaria es un tema vigente en los ámbitos nacional e internacional. La demanda de alimentos de buena calidad sanitaria es mayor conforme la población adquiere conciencia de su importancia para mantener la salud.

 

Los consumidores, dijo, tienen acceso a alimentos de todo el planeta, lo cual representa nuevos retos, ante el riesgo de importarlos contaminados. Ese desafío es aún mayor para los productores, ya que su actividad está sujeta a la disponibilidad de los recursos naturales, condiciones meteorológicas, enfermedades, etcétera.

 

Por ello, los países importadores recurren a normas estrictas que garanticen el cumplimiento de los más altos estándares de calidad, aunque en realidad podría tratarse de imponer barreras técnicas para proteger a los mercados domésticos de las exportaciones de países emergentes, explicó.

 

Mantenerse en el mercado internacional, abundó, implica para los productores mexicanos cumplir con programas y regulaciones costosos. Por ello, los pequeños se verán desplazados y recurrirán al mercado doméstico como alternativa para sobrevivir.

 

Finalmente, se preguntó quién financiará las inversiones que las empresas mexicanas requieren para permanecer en el ámbito internacional, modificar sus procesos y pagar la certificación.

 

 

 

--o0o--