Boletín UNAM-DGCS-0831
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El 70% de sus recursos para investigación y
desarrollo tienen el mismo fin, aseguró Jalil Saab Hassanille, jefe de la
Unidad de Docencia del Instituto de Biotecnología de la UNAM
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Los científicos deben mostrar a la opinión
pública los peligros de usarla de manera inadecuada o destructiva, consideró el
director del Instituto de Matemáticas, José Antonio de la Peña
En la actualidad, la ciencia
no es ajena al armamentismo ni a los usos destructivos. En Estados Unidos, el
40% de los científicos está empleado en trabajos relacionados con la guerra; el
70% -40 mil millones de dólares- de los recursos destinados anualmente a la
investigación y al desarrollo, es para proyectos bélicos, aseguró Jalil Saab
Hassanille, jefe de la Unidad de Docencia del Instituto de Biotecnología.
Si un investigador quiere
desarrollar medios para destruir a sus semejantes, seguro encontrará apoyo y
recursos económicos; aunque no recibirá el mismo respaldo quien realice
estudios sobre padecimientos como la malaria o el mal de Chagas (enfermedad
parasitaria, común en América Latina), agregó.
Durante su participación en la
conferencia Ciencia y guerra, realizada dentro del ciclo “Ciencia, conciencia y
café” que organiza la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, en la
Casa de Francia, indicó que las guerras de ahora no requieren de mucha gente y
“dudo mucho que reactiven economías”. Quien echa andar un movimiento armado
sólo busca un beneficio político-electoral y, lo más importante, afianzar su
dominio, sostuvo.
Es cierto que los científicos
hacen su esfuerzo, pero también hay una necesidad muy grande de los políticos
por mostrar su poderío, razón por la cual después de la Segunda Guerra se han
creado armas cada vez más poderosas.
Es por ello que los
investigadores, apuntó José Antonio de la Peña, director del Instituto de
Matemáticas Aplicadas, deben hacer un
trabajo político intenso frente a los gobiernos de los países para convencerlos
de no aumentar la carrera armamentista y para mostrar a la opinión pública los
peligros de usar la ciencia de manera inadecuada o destructiva.
Consideró que “sólo la presión
pública puede hacer que los gobiernos reaccionen”. Sin embargo, ésta será una
carrera perdida mientras sólo se responda a intereses económicos.
Afirmó que fue durante la
Segunda Guerra Mundial, con el uso de la bomba atómica, cuando cambió la
percepción de los gobiernos sobre el uso y control de la ciencia.
Aunque en aquellos días, la
posición de muchos científicos fue la de intervenir en el esfuerzo de la guerra
porque se trataba de una lucha contra el militarismo de los nazis, aclaró.
En este contexto, subrayó, la
línea moral que divide lo bueno de lo malo en cuestiones bélicas es siempre muy
difícil de tratar, porque en ciencia no se puede decir “no hagas esto porque
podría tener implicaciones peligrosas; de todos modos, si no lo hace un
científico, lo hará otro”, concluyó.
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José Antonio de la Peña, director del Instituto de Matemáticas, afirmó que los investigadores deben hacer un trabajo político intenso frente a los gobiernos de los países para convencerlos de no aumentar la carrera armamentista.
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Aspecto de la conferencia Ciencia y guerra, organizada por la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, en la que investigadores alertaron sobre los peligros de usar la ciencia de manera inadecuada o destructiva.
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En Estados Unidos, el 40% de los científicos está empleado en trabajos relacionados con la guerra, afirmó Jalil Saab Hassanille, jefe de la Unidad de Docencia del Instituto de Biotecnología de la UNAM, durante su conferencia “Ciencia y Guerra”, en la FES Cuautitlán.