14:30 hrs. Mayo 13 de 2002


Boletín UNAM-DGCS-0429

Ciudad Universitaria

 

 

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EL PAN ENFRENTA UN COMPLEJO COSTO DE APRENDIZAJE COMO PARTIDO EN EL GOBIERNO FEDERAL

 

·       En poco tiempo debe resolver la crisis económica y tomar el control de las variables económicas: Víctor Alarcón Olguín, de la UAM Iztapalapa

·       Rosa María Mirón Lince, consejera del Instituto Electoral del DF, dijo que el PRI encontró en la derrota presidencial de julio de 2000 el inicio de un cambio institucional

·       Se efectuó el Seminario "Los partidos en México, nuevos liderazgos y nuevos perfiles políticos", organizado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y la Asociación Mexicana de Estudios Parlamentarios

 

El costo del aprendizaje del Partido Acción Nacional es complejo porque en poco tiempo tiene que resolver una crisis económica, indicó Víctor Alarcón Olguín, de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Iztapalapa.

 

Luego de 63 años de oposición y dos en el gobierno federal, se plantea seriamente ser el partido de gobierno, que apoye con fuerza las iniciativas del Ejecutivo o que mantenga identidad propia, incluso, con puntos de vista discordantes con la propia conducción del gobierno.

 

Así lo aseguró al participar en el Seminario "Los partidos en México, nuevos liderazgos y nuevos perfiles políticos", organizado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y la Asociación Mexicana de Estudios Parlamentarios.

 

Al referirse a su situación actual, dijo que se trata de una organización viva, que interactúa con la necesidad de una nueva identidad política.

 

Acción Nacional tiene un déficit importante en la construcción de sus cuadros políticos y administrativos los cuales puedan ser autosuficientes para ofrecer una gobernabilidad no compartida con el PRI.

 

Refirió que de los 397 municipios que gobierna el PAN, cerca de 15 son de grandes ciudades o capitales; además, ha consolidado su presencia entre las clases medias y ha registrado un avance en los sectores rurales.

 

Enfrenta el reto de convertirse en el partido en el poder o desdibujarse por la conducción del actual gobierno; en este último caso comenzará a pagar los costos políticos y podría ser el gran derrotado de las elecciones de 2003. En caso contrario, deberá cuestionar y obligar al gobierno a actuar de acuerdo con el programa que lo llevó al poder el 2 de julio, subrayó.

 

Por otra parte, Rosa María Mirón Lince, consejera ciudadana en el Instituto Electoral del Distrito Federal, aseguró que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no encontró en la derrota presidencial de julio de 2000 su muerte, sino el inicio de un profundo cambio institucional que se caracteriza, entre otros, por la redefinición de sus liderazgos.

 

Señaló que al perder, el PRI tenía dos opciones: militar en la oposición buscando su pronto regreso al poder, o desintegrarse y dar lugar a uno o varios nuevos partidos reformados del todo. "De haber sido una organización a la usanza de los viejos partidos comunistas pudo llegar a su fin".

 

Empero, en esa organización existe una cultura a favor de la preservación partidista y en esa característica encuentra su posibilidad de recomposición y de salir adelante ante la crisis que vive.

 

En opinión de la especialista, el tránsito de un sistema de partidos hegemónico a otro marcado por la competitividad supone cambios importantes en los elementos que lo integran. "Los tres principales partidos políticos han experimentado los suyos a raíz de este cambio. El PAN y el PRD se han ido adaptando paulatinamente a esta nueva realidad nacional, pero en el PRI estas transformaciones han tenido consecuencias más significativas dada la posición hegemónica que gozó durante mucho tiempo".

 

El PRI fue, desde su fundación, el partido en el poder, elemento cohesionador de líderes revolucionarios dispersos en el país, el cual tuteló el proceso de modernización del país.

 

Ha sido, también, el partido de las sorpresas, por su capacidad para adaptarse a los cambios "ambientales": por ejemplo, fue una confederación de partidos y un partido de sectores y hasta uno de economistas y tecnócratas.

 

En los últimos tiempos el partido ha vuelto a sorprender al ser capaz de conjurar los riesgos de fractura. A la muerte del mito presidencial la cultura priísta ha sobrevivido; el Revolucionario Institucional "parece guardar ahí la mayor de sus sorpresas, su cambio y su recomposición".

 

Han diseñado mecanismos que, acorde a las necesidades de unidad, les permiten darse una nueva estructura organizativa legítima y que responda a las necesidades impuestas. Además, posee todavía un capital de poder considerable: por ejemplo, en 2000 ganó la elección presidencial en 11 estados.

 

En otros 20 se ubicó como primera minoría y encabezó la opción para senadores en 16 entidades y para diputados en 7. Con excepción del DF, en todas las entidades ganadas por otro partido, se colocó como primera fuerza opositora. Ganó también la mayor parte de las curules en el Congreso de la Unión (60 senadores y 211 diputados).

 

Hasta julio de 2000 gobernaba 19 de las 32 entidades y más de mil 500 de los 2 mil 460 municipios del país. "Estos números conforman un importante capital político para cualquier partido y son, en este caso, la base para sostener e incrementar la presencia priísta".


El tricolor enfrenta una serie de desarreglos organizativos y asignaturas pendientes por lo que debe de realizar un examen profundo de las causas de su desplazamiento, conformar un partido dotado de representatividad real y reemplazar las viejas formas de control político.

 

Pero, sobre todo, debe sustituir el liderazgo presidencial, replantear su estructura organizativa dejando de lado su funcionamiento estatista, generar una política de alianzas (tanto electorales como en el ejercicio legislativo) y actualizar su proyecto de nación, a lo cual se aboca en los últimos tiempos, finalizó.

 

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En la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM se llevó a cabo el Seminario "Los partidos en México, nuevos liderazgos y nuevos perfiles políticos", con la participación de Víctor Alarcón Olguín, Luisa Béjar y Rosa María Mirón.