06:00 hrs. Febrero 9 de 2002


Boletín UNAM-DGCS-0116

Ciudad Universitaria

 

 

Pies de fotos al final del boletín

LA EXPLOTACIÓN LABORAL INFANTIL EXISTE, PERO NO SE RECONOCE

 

·        A los niños se les presiona y se les exige más esfuerzo del que pueden realizar

·        Requieren mayor protección en educación, salud y mejores condiciones laborales: Beatriz González Carrillo, de la ENTS

 

 

No debe satanizarse el trabajo infantil, pero se ha convertido en una explotación consideró Beatriz González Carrillo, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.

 

A lo largo de la historia del ser humano, añadió, los menores han realizado ciertas labores de ayuda para sus padres, pero ahora se ha convertido en una fuerza laboral que se vende y no existen las condiciones adecuadas para realizarlo. A los niños se les presiona, se les pide mayor esfuerzo del que pueden realizar y se les exige apoyar el trabajo de un adulto.

 

El trabajo socializador es importante para los niños, en los países desarrollados se impulsa a que trabajen una o dos horas para que comiencen a hacerse responsables ante algo o para algo.

 

En las naciones subdesarrolladas, afirmó, el trabajo del niño es un tema poco estudiado, y lo difícil de su concepción y su aceptación nos ha dado datos irreales y pocos estudios, porque como la gente sabe que es prohibido que se emplee a un menor no lo reconoce.


En México, prosiguió, es importante el número de niños que trabajan -sobre todo en las grandes ciudades como el Distrito Federal, Monterrey y Guadalajara–, y crece día a día por la situación económica del país; sin embargo, hablar de una cifra es poco realista, porque este fenómeno no se puede cuantificar tan fácilmente.

 

Indicó que el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática maneja el dato de alrededor de un millón 200 mil menores laborando en todo el país, pero no se incluyen a todos los que laboran con sus propios padres o en la vía pública; además, generalmente quienes emplean a niños no solicitan mayores datos ni los registran oficialmente.

 

Es muy importante evidenciar esta situación con el propósito de ayudarlos y protegerlos mediante programas orientados a la educación, la salud –muchos se emplean en trabajos riesgosos donde es frecuente sufrir lesiones que no son atendidas- y el área laboral, a fin de establecer una transición del niño trabajador al adulto trabajador, sin que tenga que mermar la personalidad del niño, que es lo que sucede en dichos casos.

 

La educación debe considerarse como un instrumento que permita sacar al niño del trabajo y lo prepare para un posterior ingreso al mercado laboral en mejores condiciones.

 

Erradicar el trabajo infantil o prohibirlo totalmente quizá no es posible, por cuestiones de carácter social y económico, pero se pueden cumplir las normas vigentes en la Constitución y en los tratados que ha firmado nuestro país con la Organización Internacional de Trabajo, para lograr la protección de los menores. Los “cerillos”, por ejemplo, trabajan más de seis horas, y esto se supone que la ley no lo permite.

 

En nuestro país, señaló, las principales áreas en las que participan los menores son: el campo, la construcción, negocios familiares, en el transporte (como cobradores) y oficios como la carpintería y herrería.

 

El trabajo infantil, recalcó, se entiende como el esfuerzo que realizan los niños en actividades que son importantes para el desarrollo social o familiar. Surge porque la familia ya no es capaz de resolver todas las necesidades que imperan en su seno.

 

En un principio, recordó, el que proveía totalmente los recursos económicos a la familia era el varón; al no ser suficientes, la mujer se incorporó al sector productivo y por el mismo motivo se sumaron los niños.

 

 

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PIE DE FOTO

 

 

De ser considerada una actividad de sociabilización, el trabajo infantil es hoy una forma de explotación, consideró la profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, Beatriz González Carrillo