06:00 hrs. Octubre 6 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-982

 

NO SON CONCESIÓN DEL PODER PÚBLICO NI DE LEGISLADORES, LOS DERECHOS HUMANOS

 

·        El magistrado Eduardo Guerrero Martínez dijo que estos derechos son exigencias fundamentales de cualquier régimen jurídico

·        Para Alberto Begné una democracia que no esté sustentada en una base firme de legalidad es necesariamente frágil

 

Los derechos humanos son exigencias fundamentales de cualquier régimen jurídico, no concesión del poder público ni de los legisladores, afirmó Eduardo Alfonso Guerrero Martínez, magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.

 

Al participar en el ciclo Transición democrática y protección de los derechos humanos, organizado por la Facultad de Derecho, mencionó que nuestro derecho penal es “muy protector del procesado y no admite la pena de muerte”, a pesar de que los delincuentes la aplican en asaltos cotidianos en todo el país.

 

Debido a que al parecer quienes tienen derechos humanos son los activos del delito y no las víctimas, se requieren modificaciones jurídicas que conduzcan a una equidad procesal para todos y no para unos cuantos.

 

“La justicia reclama equilibrio y los derechos humanos no están al margen de ella. A cada quien se le debe dar lo suyo: vida, libertades, integridad corporal, propiedades, posesiones y derechos, y eso hay que respetarlo”.

 

En este sentido, propuso que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos presente una iniciativa de reforma al Artículo 1° de la Carta Magna. “Sólo en este aspecto se debería regresar a la Constitución de 1857, donde se establecía que en los Estados Unidos Mexicanos se reconocen los derechos del hombre y, en consecuencia, se otorgan garantías, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los casos que ella misma establece”, aseguró.

Por su parte, Alberto Begné Guerra, director general de la revista Arcana, manifestó que el cambio de México en las últimas dos décadas ha tenido un claro signo liberal, sin embargo éste no ha sido acompañado por la consolidación de un piso de legalidad que garantice la eficacia del ordenamiento jurídico y el acceso a la justicia de todos, independiente de su condición social, raza, situación económica o nivel educativo.

 

“Sin lugar a dudas, una democracia que no esté sustentada en una base firme de legalidad es necesariamente frágil y, en la medida en que ésta no sea un hecho rotundo en nuestro país, la consolidación de la vida democrática enfrentará enormes dificultades”.

 

En el ámbito de la justicia del orden común, abundó, “seguimos enfrentando rezagos y problemas de enorme profundidad, en particular, el del acceso a la justicia”.

 

El principal obstáculo para ese acceso es el costo del litigio y, en especial, los honorarios de los abogados, a lo cual se suma el desconocimiento entre la ciudadanía, de las leyes y los derechos, añadió Begné Guerra.

 

Si las instituciones democráticas, los legisladores y la sociedad no asumimos como prioridad establecer las condiciones para que las personas accedan a la justicia, será difícil lograr construir la legalidad y alcanzar la observancia de las normas, de las cuales los ciudadanos sólo perciben que les imponen obligaciones pero sin garantizarles derechos.

 

Mientras la administración de justicia en México refleje y, peor aún, acentúe la desigualdad social, “las posibilidades de consolidar la vida democrática estarán expuestas a las vulnerabilidades de un Estado de Derecho frágil y, desde luego, a las tentaciones autoritarias, a hacerse justicia por propia mano y otras barbaridades que vemos en el país”, concluyó.

 

Por último, Paulina Vega, coordinadora del Programa de Investigación y Propuestas Legislativas de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, dijo que para asegurar el respeto de las garantías fundamentales en la administración de justicia en México, es necesario tomar distintas medidas.

 

Ellas, precisó, van desde la reforma de la legislación actual con la intención de adecuarla a las estándares internacionales de protección de los derechos humanos, hasta la instauración de mecanismos de control y fiscalización del actuar de las autoridades con el objetivo de eliminar prácticas institucionales viciadas.

 “Lo anterior debería enmarcarse dentro de una política nacional de respeto a los derechos humanos, capaz de permear a los distintos niveles de gobierno y poderes que lo integran”, agregó.

 

En esa Comisión “sostenemos que a pesar de ciertos avances que a veces se ven minados con francos retrocesos, el Estado Mexicano no cumple por completo con su obligación de garantizar los derechos en la administración de justicia”.

 

Dicha obligación debe cumplirse sin pretextos y con compromisos claros, castigando las violaciones cometidas a los derechos humanos. Sólo así podrá hablarse de que en México existe democracia real, concluyó.

 

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Foto 1

 

Eduardo Guerrero, magistrado del TSJDF, aseguró que el derecho penal mexicano es muy protector del procesado y no admite la pena de muerte.

 

Foto 2

 

Paulina Vega, de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, opinó que para asegurar el respeto de las garantías judiciales en la administración de justicia del país se deben tomar diversas medidas.