06:00 hrs. Agosto 31 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-841

 

 

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PIES DE FOTOS AL FINAL DEL BOLETIN

 

NECESARIO DESARROLLAR TÉCNICAS PARA DESCUBRIR MAÍZ TRANSGÉNICO DE IMPORTACIÓN

 

 

·        En el Departamento de Alimentos y Biotecnología de la Facultad de Química se estudia el comportamiento y efecto de la nixtamalización sobre el transgen y su producto

·        Actualmente los mexicanos consumimos un porcentaje de maíz transgénico en nuestros alimentos.

 

México es el centro de origen y diversidad del maíz. Empero, tan sólo en el año 2000 se importaron alrededor de 5 millones de toneladas del grano, principalmente de los Estados Unidos y Canadá, cantidad de la cual un porcentaje no precisado corresponde a producto transgénico.

 

En nuestro país, donde no hay legislación acerca del etiquetado de ese tipo de productos y tampoco existe la capacidad para poder descubrirlo, se vuelve una necesidad desarrollar métodos que permitan localizarlos al momento que ingresan al territorio nacional.

 

La doctora Amanda Gálvez Mariscal, del Departamento de Alimentos y Biotecnología de la Facultad de Química, explica que en México se importan productos desde esas naciones, socios de México en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), donde no hay restricción para la siembra de granos genéticamente manipulados en Estados Unidos, aproximadamente el 38 por ciento de la cosecha de maíz es transgénico.

 

Por ello es importante saber cuáles y dónde están esos productos modificados genéticamente, como el del maíz y conocer el efecto de la nixtamalización de éstos, y determinar posibles impactos en la salud de los mexicanos.

 

Explicó que las plantas transgénicas de maíz han sido modificadas para producir una proteína que normalmente no generarían. En el laboratorio, por métodos de biotecnología moderna, se hacen cambios al genoma original.

 

La también integrante del Consejo Consultivo de Bioseguridad de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Modificados Genéticamente dijo que al insertarle genes nuevos (como el CryIAb proveniente de una bacteria llamada Bacillus thuringiensis), se expresa una proteína nueva la cual tiene la función de proteger al maíz del ataque de insectos.

 

Así, "este maíz contiene ahora información genética de una bacteria, la integra en su genoma y la expresa en forma de una proteína tóxica para larvas de lepidópteros". El gusano "cogollero" o el barrenador europeo (que al introducirse en el tallo daña la vascularización de la planta y hace disminuir su rendimiento o la mata) como resultado de consumir la nueva proteína, muere.

 

El nuevo maíz, resistente a insectos, se defiende él mismo al expresar un insecticida que, al ser una proteína, presenta la ventaja de ser biodegradable.

 

La investigadora puntualizó que se ha estudiado exhaustivamente la proteína, tóxica para insectos. Se sabe que es inocua para los seres humanos porque éstos no tienen sitios de recepción para ella en su intestino. Empero, "nos preocupan los desarrollos a futuro porque hay muchos otros tipos de toxinas. Si en un futuro se liberalizara la producción de transgénicos de todo tipo y se importaran indiscriminadamente, no debería descuidarse su posible impacto a la salud humana en poblaciones como la nuestra, con hábitos alimentarios particulares”.

 

 

 

Además, señaló que en los países vecinos, socios del TLCAN,  se consume mucho menos maíz que en México; allá se utiliza para producir aceite, almidón o para alimento de ganado. En contraste, los mexicanos consumen, según ciertos datos estadísticos un promedio de 400 gramos de maíz cada día, sobre todo en forma de tortillas. El grano también se utiliza en México para la extracción de almidón, aceite y producir jarabes fructosados (utilizados como edulcorantes en la industria de refrescos o confitería).

 

Por eso, "resulta muy interesante considerar cuál sería el posible impacto de consumir maíz modificado genéticamente en un país como el nuestro, donde en la grandísima variedad de platillos que tenemos, no sólo comemos más, sino que lo consumimos entero, lo cual significa que ingerimos todo el tejido que contiene las proteínas transgénicas y el ADN (ácido desoxirribonucléico) foráneo, aunque ya degradados".

 

Existe también un problema de índole económico, abundó. México tiene un tratado de libre comercio con Europa, donde no aceptan más del uno por ciento de productos transgénicos como ingredientes. "Tenemos acuerdos comerciales con ambas regiones. Al no saber cuánto importamos de transgénico desde el norte, porque no lo etiquetan, y nosotros usarlo en otros productos para exportarlos a Europa, podrían resultar bloqueos a productos procesados".

 

La especialista resaltó que todo el maíz transgénico existente en territorio nacional es importado porque aquí no se puede sembrar. No está permitido por la Secretaría de Agricultura hacer experimentación porque aquí se encuentran variedades silvestres y criollas que podrían recibir, por polinización cruzada, los transgenes de las plantas modificadas.

 

Y "no se puede saber de antemano si habría impactos de esos genes al ser transferidos a las variedades criollas. Ese es un problema ecológico, de fisiología vegetal, difícil de resolver porque somos el centro de origen y diversidad del maíz", reiteró.

 

México es una localidad geográfica donde se han desarrollado una gran cantidad de variedades del grano porque con el paso de los siglos se ha consumido y resembrado infinidad de veces hasta propiciar su evolución. En el caso de los transgénicos, si se cultivan, no se puede guardar semilla para el año siguiente pues están patentadas.

 

Ante la posibilidad de que la gente pudiera por ignorancia recibir semilla o grano transgénico y sembrarlo, resulta indispensable proteger esas variedades que son la base genética del maíz en todo el mundo. En caso de un problema grave en maíz transgénico o no- transgénico, como podría ser una plaga nueva o una enfermedad, en las variedades mexicanas nativas habría grandes posibilidades de encontrar uno o varios genes naturales que permitieran combatirlas.

 

La especialista, en colaboración con los doctores Maricarmen Quirasco y Javier Plasencia del Departamento de Bioquímica, está enfocada a desarrollar las técnicas de extracción del ADN de los granos de maíz, pero también  de los productos comerciales procesados que han sufrido nixtamalización, fritura u otros tratamientos térmicos, procesos que degradan el material genético original, el cual podría no detectarse.

 

La detección de transgenes en alimentos es muy incipiente en México, caso contrario al europeo donde las técnicas están muy desarrolladas y estandarizadas. Empero, los primeros resultados de los universitarios muestran su capacidad para hacer una buena extracción de ADN de los productos mencionados, a pesar de estar degradado.

 

A su vez, las secuencias de material genético obtenidas permiten establecer si se trata de un transgénico o no. "Estamos afinando los controles y los métodos de extracción y cuantificación para tener un método preciso".

 

En caso de aprobarse una legislación se requerirán niveles mínimos y máximos de contenido de transgénicos en diversos productos, no sólo en maíz, y en el caso del comercio con Europa, deberán garantizarse los contenidos con técnicas armonizadas con las que allá se utilizan, concluyó.

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Es necesario desarrollar técnicas para la detección de maíz transgénico de importación: Amanda Gálvez Mariscal, académica de la Facultad de Química de la UNAM.

 

 

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Amanda Gálvez Mariscal, académica de la Facultad de Química de la UNAM, destacó que de los cinco millones de toneladas de maíz importados a México en el 2000, una gran parte es transgénico.