Boletín UNAM-DGCS-841
PIES DE FOTOS AL FINAL DEL BOLETIN
NECESARIO DESARROLLAR
TÉCNICAS PARA DESCUBRIR MAÍZ TRANSGÉNICO DE IMPORTACIÓN
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En el Departamento de Alimentos y Biotecnología de la Facultad de
Química se estudia el comportamiento y efecto de la nixtamalización sobre el
transgen y su producto
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Actualmente los mexicanos consumimos un porcentaje de maíz transgénico
en nuestros alimentos.
México es el centro de origen y diversidad del
maíz. Empero, tan sólo en el año 2000 se importaron alrededor de 5 millones de
toneladas del grano, principalmente de los Estados Unidos y Canadá, cantidad de
la cual un porcentaje no precisado corresponde a producto transgénico.
En nuestro país, donde no hay legislación
acerca del etiquetado de ese tipo de productos y tampoco existe la capacidad
para poder descubrirlo, se vuelve una necesidad desarrollar métodos que
permitan localizarlos al momento que ingresan al territorio nacional.
La doctora Amanda Gálvez Mariscal, del
Departamento de Alimentos y Biotecnología de la Facultad de Química, explica
que en México se importan productos desde esas naciones, socios de México en el
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), donde no hay
restricción para la siembra de granos genéticamente manipulados en Estados
Unidos, aproximadamente el 38 por ciento de la cosecha de maíz es transgénico.
Por ello es importante saber cuáles y dónde
están esos productos modificados genéticamente, como el del maíz y conocer el
efecto de la nixtamalización de éstos, y determinar posibles impactos en la
salud de los mexicanos.
Explicó que las plantas transgénicas de maíz
han sido modificadas para producir una proteína que normalmente no generarían.
En el laboratorio, por métodos de biotecnología moderna, se hacen cambios al
genoma original.
La también integrante del Consejo Consultivo de
Bioseguridad de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos
Modificados Genéticamente dijo que al insertarle genes nuevos (como el CryIAb
proveniente de una bacteria llamada Bacillus
thuringiensis), se expresa una proteína nueva la cual tiene la función de
proteger al maíz del ataque de insectos.
Así, "este maíz contiene ahora información
genética de una bacteria, la integra en su genoma y la expresa en forma de una
proteína tóxica para larvas de lepidópteros". El gusano
"cogollero" o el barrenador europeo (que al introducirse en el tallo
daña la vascularización de la planta y hace disminuir su rendimiento o la mata)
como resultado de consumir la nueva proteína, muere.
El nuevo maíz, resistente a insectos, se
defiende él mismo al expresar un insecticida que, al ser una proteína, presenta
la ventaja de ser biodegradable.
La investigadora puntualizó que se ha estudiado
exhaustivamente la proteína, tóxica para insectos. Se sabe que es inocua para
los seres humanos porque éstos no tienen sitios de recepción para ella en su
intestino. Empero, "nos preocupan los desarrollos a futuro porque hay
muchos otros tipos de toxinas. Si en un futuro se
liberalizara la producción de transgénicos de todo tipo y se importaran
indiscriminadamente, no debería descuidarse su posible impacto a la salud
humana en poblaciones como la nuestra, con hábitos alimentarios particulares”.
Además, señaló que en los países vecinos,
socios del TLCAN, se consume mucho
menos maíz que en México; allá se utiliza para producir aceite, almidón o para
alimento de ganado. En contraste, los mexicanos consumen, según ciertos datos
estadísticos un promedio de 400 gramos de maíz cada día, sobre todo en forma de
tortillas. El grano también se utiliza en México para la extracción de almidón,
aceite y producir jarabes fructosados (utilizados como edulcorantes en la
industria de refrescos o confitería).
Por eso, "resulta muy interesante
considerar cuál sería el posible impacto de consumir maíz modificado
genéticamente en un país como el nuestro, donde en la grandísima variedad de
platillos que tenemos, no sólo comemos más, sino que lo consumimos entero, lo
cual significa que ingerimos todo el tejido que contiene las proteínas
transgénicas y el ADN (ácido desoxirribonucléico) foráneo, aunque ya
degradados".
Existe también un problema de índole económico,
abundó. México tiene un tratado de libre comercio con Europa, donde no aceptan
más del uno por ciento de productos transgénicos como ingredientes.
"Tenemos acuerdos comerciales con ambas regiones. Al no saber cuánto
importamos de transgénico desde el norte, porque no lo etiquetan, y nosotros
usarlo en otros productos para exportarlos a Europa, podrían resultar bloqueos
a productos procesados".
La especialista resaltó que todo el maíz
transgénico existente en territorio nacional es importado porque aquí no se
puede sembrar. No está permitido por la Secretaría de Agricultura hacer
experimentación porque aquí se encuentran variedades silvestres y criollas que
podrían recibir, por polinización cruzada, los transgenes de las plantas
modificadas.
Y "no se puede saber de antemano si habría
impactos de esos genes al ser transferidos a las variedades criollas. Ese es un
problema ecológico, de fisiología vegetal, difícil de resolver porque somos el
centro de origen y diversidad del maíz", reiteró.
México es una localidad geográfica donde se han
desarrollado una gran cantidad de variedades del grano porque con el paso de
los siglos se ha consumido y resembrado infinidad de veces hasta propiciar su
evolución. En el caso de los transgénicos, si se cultivan, no se puede guardar
semilla para el año siguiente pues están patentadas.
Ante la posibilidad de que la gente pudiera por
ignorancia recibir semilla o grano transgénico y sembrarlo, resulta indispensable
proteger esas variedades que son la base genética del maíz en todo el mundo. En
caso de un problema grave en maíz transgénico o no- transgénico, como podría
ser una plaga nueva o una enfermedad, en las variedades mexicanas nativas
habría grandes posibilidades de encontrar uno o varios genes naturales que
permitieran combatirlas.
La especialista, en colaboración con los
doctores Maricarmen Quirasco y Javier Plasencia del Departamento de Bioquímica,
está enfocada a desarrollar las técnicas de extracción del ADN de los granos de
maíz, pero también de los productos
comerciales procesados que han sufrido nixtamalización, fritura u otros
tratamientos térmicos, procesos que degradan el material genético original, el
cual podría no detectarse.
La detección de transgenes en alimentos es muy
incipiente en México, caso contrario al europeo donde las técnicas están muy
desarrolladas y estandarizadas. Empero, los primeros resultados de los
universitarios muestran su capacidad para hacer una buena extracción de ADN de
los productos mencionados, a pesar de estar degradado.
A su vez, las secuencias de material genético
obtenidas permiten establecer si se trata de un transgénico o no. "Estamos
afinando los controles y los métodos de extracción y cuantificación para tener
un método preciso".
En caso de aprobarse una legislación se
requerirán niveles mínimos y máximos de contenido de transgénicos en diversos
productos, no sólo en maíz, y en el caso del comercio con Europa, deberán
garantizarse los contenidos con técnicas armonizadas con las que allá se
utilizan, concluyó.
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Foto 1
Es necesario
desarrollar técnicas para la detección de maíz transgénico de importación:
Amanda Gálvez Mariscal, académica de la Facultad de Química de la UNAM.
Foto 2
Amanda Gálvez
Mariscal, académica de la Facultad de Química de la UNAM, destacó que de los
cinco millones de toneladas de maíz importados a México en el 2000, una gran
parte es transgénico.