13:00 hrs. Agosto 21 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-805

 

León Olivé Morett

 

SOBRE EL ABORTO, EL ESTADO DEBE RESPETAR LA AUTONOMÍA Y DIGNIDAD DE LAS PERSONAS: LEÓN OLIVÉ

 

·        Participó en el ciclo de conferencias realizadas con motivo del 50 Aniversario del la FD

·        Dijo que el Estado no debe hacer ningún juicio moral, ni prohibir abortar

 

En el problema del aborto, el Estado no debe tomar una posición partidaria o doctrinaria, sino respetar la autonomía y la dignidad de las personas afirmó León Olivé Morett, del Instituto de Investigaciones Filosóficas.

 

Destacó, ante esta problemática y desde un punto de vista éticamente correcto el Estado desde su posición no debe hacer ningún juicio moral, ni prohibir que se realice el aborto.

 

En el marco del ciclo de conferencias realizadas con motivo del 50 Aniversario de la Facultad de Derecho, el investigador explicó que las ideas fundamentales del pensamiento moderno sobre la persona humana se basan en conceptos básicos como el de autonomía, por medio del cual el individuo debe tener la capacidad de tomar decisiones por sí mismo de manera responsable; y el de dignidad, el cual nadie tiene derecho a invadir.

 

Por ello, en el problema del aborto el Estado tiene la obligación de respetar los principios de autonomía y dignidad de cada ser humano, reiteró Olivé Morett, al participar en la mesa “Derecho y Filosofía”.


 

Este, abundó, es un problema ideológico en el cual las personas deciden con base en sus convicciones; por consiguiente, y dado que las controversias sobre este tema no van a llegar a un acuerdo racional, el Estado debe permitir todas esas ideas y las acciones consecuentes con las mismas.

 

Asimismo, indicó, esta problemática ha girado en torno a la polémica de considerar al feto como una persona o no; sin embargo, esto es algo que la ciencia hoy en día no puede decidir, porque ésta también tiene límites y, por lo tanto, esto no será algo que se resuelva científicamente.

 

Por su parte, Juliana González Valenzuela, de la Facultad de Filosofía y Letras, al hablar de la ética profesional consideró que un principio rector de ésta es la necesidad de continua actualización, la cual debe ir más allá de la etapa formativa.

 

Esto, abundó, no es sólo una exigencia científica o intelectual, sino corresponde a esas virtudes éticas de permanente apertura, de esfuerzo, de renovación constante del conocimiento y de disposición al aprendizaje, el cual “no termina nunca, ni nunca abarca todos los campos ni todos los posibles enfoques cognoscitivos”.

 

Así, mencionó, el conocimiento de la vocación y la fidelidad a ella, condicionan en gran medida la autenticidad con que se forman y ejercen las profesiones. El ideal es, evidentemente, que la elección profesional responda a los intereses vocacionales de quien opta.

 

Pero, aclaró, la llamada vocacional no surge solamente de la voz interior, la dimensión ética es en esencia la proyección social, comunitaria y solidaria de la vida humana.

 

En este contexto, el compromiso es doble y simultáneo, consigo mismo y con los otros, y esto se hace particularmente manifiesto justo en el ejercicio académico profesional pues en él, de alguna forma, están involucrados otros seres humanos, ya sea en el orden individual o en el social, apuntó la académica.


 

Todos estos valores, puntualizó, cobran vida en la formación universitaria, ya sea de manera explícita e implícita en la formación que se recibe en nuestra Universidad Nacional.

 

El carácter nacional de la UNAM, aseveró, se expresa en su marcada responsabilidad social, y su autonomía significa el hecho de que en ella rige el valor de libertades como la de pensamiento, de cátedra y de investigación.

 

A su vez, refirió, es una institución promotora de la pluralidad y la creatividad en todas sus funciones y en todos sus horizontes educativos y generadores de conocimiento.

 

En todos sus espacios académicos, culturales y vitales, en la riqueza de su tradición histórica y en la promesa de su porvenir, la UNAM nos otorga el privilegio de hacer posible una formación integral y, con ello, de formar una genuina ética profesional.

 

 

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