6:00 hrs. Agosto 11 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-770

 

 

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CAMBIO DE USO DE SUELO Y CLANDESTINAJE,  CAUSAS DE LA DEFORESTACIÓN

 

·        Las pérdidas anuales, de entre 360 y 600 mil hectáreas de bosques y selvas, aseguró Leticia Merino Pérez, investigadora del CRIM

·        Los municipios forestales, los más pobres en el país, afirmó

 

El cambio de uso de suelo y el clandestinaje generan el creciente problema de deforestación que provocó pérdidas anuales de entre 360 mil y 600 mil hectáreas de bosques y selvas, equivalentes al 1.5% de la superficie forestal, advirtió la académica del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, Leticia Merino Pérez.

 

Aunado a ello, los municipios forestales se encuentran entre los de mayor pobreza en el país -por lo general indígenas-, los cuales sufren diversos tipos de abuso tanto por falta de capacitación para manejar mejor los bosques, como por carecer de recursos suficientes.

 

A pesar de que la deforestación es considerada un asunto de seguridad nacional, la investigadora subrayó que no hay suficiente vigilancia de  parte de las instancias del ramo. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), sólo cuenta con 150 vigilantes para todo el país.

 

Son 15 entidades del territorio nacional con zonas boscosas: Chihuahua, Durango, Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Jalisco, Chiapas, Quintana Roo, Campeche, Veracruz, Puebla y México. Pero la mayor parte de la extensión forestal se concentra en los cinco primeros que cubren el 70% de la superficie forestal. Los demás son bosques pequeños.

La catedrática informó que también hay 400 comunidades en buenas condiciones que representan el 10% de la superficie forestal, es decir, un millón de hectáreas, con distintos niveles de desarrollo porque la riqueza del recurso es variable.

 

En México, explicó, el problema de la pérdida de bosques y selvas es muy fuerte desde hace años. Pero, a partir de la intensa temporada de incendios de 1998 hay un despertar de la opinión pública respecto a este problema.

 

Sin restar el grave problema que ocasiona la tala clandestina, rechazó que sea la principal fuente de deforestación como señala la Profepa. Si el año pasado el volumen de aprovechamiento fue de 9 millones de metros cúbicos, la propia Profepa estima que al menos otra cantidad similar –cifra conservadora– se extrae mediante la tala ilegal.

 

Pese a ello, la principal causa de deforestación es el cambio de uso de suelo, es decir, la quema de bosques para dedicarlos a la agricultura o la ganadería, lo que históricamente origina los mayores niveles de tala.

 

El cambio de uso de suelo, abundó, es resultado de la falta de rentabilidad del bosque porque los campesinos no pueden vivir de productos forestales o de vender madera. Por ello, lo queman y siembra pastos o cultivos. Hasta hace algunos años era de milpa para subsistencia.

 

La especialista en el manejo de los recursos naturales, particularmente en deforestación, subrayó que es posible aprovechar el bosque y talar madera de manera sostenida: cortar una cantidad pequeña de árboles y permitir que vuelvan a crecer, lo que contribuye a su incremento.

 

En México hay cientos de comunidades que manejan el bosque y lo aprovecha en forma regular. El 10% de la superficie forestal se encuentra en estas circunstancias y está certificada bajo estándares internacionales por el Consejo Mundial de Manejo Forestal.

 

En el sureste mexicano, informó, se practica todavía la agricultura de rasa, tumba y quema: se quema un pedazo de selva, una hectárea cuando mucho y durante uno o dos años se establece el cultivo de milpa. Luego se abandona la tierra y se recupera en 12 ó 14 años. En este caso, aunque aparezca como deforestación es vegetación que se vuelve a rescatar y a desmontar.

 

En los bosques donde hay orden, destacó, se invierte en estudios, protección, manejo técnico y construcción de caminos, lo que permite que se registre el menor número de incendios. En 1998, cuando se reportaron más conflagraciones, se presentó el menor nivel de pérdidas de superficie forestal, porque hay gente organizada para combatir el siniestro, con equipo y capacitación adecuados.

 

La antropóloga apuntó que cuando hay un incendio la comunidad no tiene ningún interés en cuidar o apagar el siniestro, por carecer de incentivos. La clave es bienestar para todos: la participación organizada de las comunidades en el manejo, control y restauración del bosque.

 

En cuanto al clandestinaje, como hay pocos recursos, no son grandes bandas las que realizan el robo de madera. Al mismo tiempo, existe extracción de madera regulada y con criterios de sustentabilidad, pues no todo lo que es tala acaba el bosque.

 

Como consecuencia de los desalojos de los propietarios de las superficies forestales, con reconocimiento legal, indicó, se crean situaciones de rencor social e ingobernabilidad. Ejemplificó con el caso de la reserva de Monarca, donde al perder sus derechos la gente se dedicó a cortar los árboles en forma intensiva. La situación más crítica se registra en Guerrero, Puebla, estado de México y Michoacán.

 

Leticia Merino advirtió que la falta de legislación forestal genera un grave problema de demanda de materia prima, lo que propicia producción y venta de madera clandestina, pues hay regiones donde empresas tienen dos o tres veces más capacidad instalada que los permisos autorizados.

 

Aun cuando con frecuencia el intermediario obtiene mayores recursos que el productor, hay distintos niveles de participación de las comunidades en las cadenas productivas. Puso como ejemplo las de San Juan Nuevo (Michoacán), Ixtlán, (Oaxaca) y El Diamante y Pueblo Nuevo (Durango), las que tienen aserraderos, elaboran muebles y los venden, es decir, son productos con valor agregado, planteó.

 

Sin embargo, anotó, la mayoría de las comunidades no tiene desarrollo y vende la madera en pie, o sea, el árbol. En estos casos el que se beneficia más y abusa de los productores es el maderero.

En otras comunidades con mayor avance se corta la madera y se vende el rollo o tronco. Aquí, los pobladores controlan el proceso productivo y evitan que haya destrozo y abuso en el bosque. Pero, los más beneficiados son los industriales.

 

Un problema fundamental que propicia la deforestación es la falta de voluntad política y de recursos. A pesar de los programas establecidos, manifestó la necesidad de una estrategia macroeconómica de apoyo a los productores mexicanos, porque la apertura comercial indiscriminada y la política monetaria los colocan en condiciones desventajosas ante Estados Unidos, Sudamérica, Asia y Europa.

 

México, resaltó, tiene que competir con productos más baratos y sin ningún tipo de subsidios. Tan sólo el costo de construcción y mantenimiento de caminos representa 60% de los de producción forestales, de la madera. Mientras, en Estados Unidos, Canadá, Suecia, Alemania y Finlandia -países productores forestales donde se conserva y se vive del bosque-, están a cargo del Estado.

 

Otro problema considerado por la investigadora es el hecho de que en México los municipios forestales son de los más pobres del país y en su mayoría pertenecen a indígenas. En estas regiones el manejo forestal en general tiene mayor impacto porque el tratamiento a la madera es más fino y, por ende, de más alto costo.

 

Desde que en esta administración se planteó que la deforestación es asunto de seguridad nacional, advirtió, la PFP trabaja con la Profepa en la vigilancia de las zonas forestales, aunque no en todas se justifica esta medida. Esto, propicia abusos tanto de esta corporación policiaca como de la judicial, ambas sin preparación forestal.

 

En realidad, finalizó, lo que se necesita es incrementar el personal de Profepa, porque en estados tan grandes como Guerrero había sólo nueve inspectores. No se requiere que estén armados sino capacitados. Antes de la militarización se requiere fortalecer las instituciones y aumentar la participación ciudadana.

 

 

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Leticia Merino Pérez, especialista en el manejo de los recursos naturales del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM,  dijo que el cambio de uso de suelo y el clandestinaje son las principales causas de la deforestación

 

 

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La deforestación provocó pérdidas anuales de entre 360 mil y 600 mil hectáreas de bosques y selvas, informó la académica del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, Leticia Merino Pérez