6:00 hrs. Agosto 9 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-763

 

 

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DESCALIFICAR EL ALBUR ES COMO MALDECIR LAS FUNCIONES CORPORALES Y SEXUALES

 

·        Se trata de un juego más de palabras, señaló Helena Beristáin Díaz, investigadora emérita de la UNAM

·        Comentó que es una especie de neo-barroco mexicano con una tradición milenaria en la literatura

 

El albur no tiene nada de malo, es sólo un juego de palabras, por lo que calificarlo negativemente es como maldecir las funceones corporales y sexuales, las cuales son sólo cuestiones privadas, afirmó la investigadora emérita de la UNAM, Helena  Beristáin Díaz.

 

La especialista del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) señaló que el albur es como cualquier juego y tiene su lado positivo donde se pierde o se gana.

 

El albur, subrayó, es una especie de espacio carnavalesco que el pueblo se concede a sí mismo e implica una especie de relajación social y una manera de manifestar una crítica a los prejuicios de las clases sociales que tienen el poder y consideran qué es lo bueno y lo malo.

 

Comentó que en el caso de los niños, no debe sorprender que conozcan este lenguaje, porque es lo que aprenden en su casa o lo que ven en la televisión.

 

El lenguaje alburero es una especie de neo-barroco mexicano que tiene una tradición milenaria en la literatura, no como albur sino como expresión amorosa velada, oculta, donde se alude al sexo y a las funciones corporales, precisó.

 

Se trata, subrayó, de una contienda verbal suscitada de improviso en circunstancias que propician un diálogo barroco, tradicionalmente dado entre varones y que pone en juego el conocimiento, la agilidad, la práctica, el ingenio y la creatividad para contestar con rapidez.

 

Helena Beristáin comentó que el albur tiene cuatro niveles: literal, figurado, moral y analógico, que le permiten su permanencia, toda vez que modifica las convenciones sociales e instaura públicamente una pausa, un espacio donde la transgresión queda a salvo.

 

Destacó que es un lenguaje con desequilibrio, porque hay muchos significantes en pocas palabras y una figura rara llamada mixtura verborum, que consiste en que el mismo lenguaje es re contextualizado y es re significado.

 

Pero, abundó, también es una contradicción que impide hacer un diccionario, pues sería muy poco el vocabulario con muchas entradas o denotaciones en distintos contextos, porque la palabra se vuelve otra en cada contexto.

 

La  expansión del albur en la sociedad, resaltó la investigadora emérita,  coincide con la evolución de los papeles asignados a la mujer en la historia reciente.

 

El género femenino, detalló, estaba relegado al hogar. Al acceder a la educación en todos sus niveles –sobre todo en los últimos 60 años-, se abrió paso como fuerza laboral  y ocupó espacios, donde, al convivir con hombres durante las horas de trabajo, aprendió a descifrar la jerga del sexo masculino.

 

Este tipo de lenguaje, comentó, fue utilizado en primera instancia por cargadores de La Merced u obreros, pero con el paso del tiempo se desarrolló la invasión de los espacios masculinos.

 

Destacó que no se debe “echarle la maldición a ningún lenguaje, menos si se trata de una expresión popular”, porque no sólo es cómico sino que se trata de una confusión de prejuicios de clase donde se considera que lo popular es rebajado.

 

Helena Beristáin consideró que siempre han existido chistes con naturaleza alburera, pero ahora hay fragmentos de albures en los anuncios comerciales muy diferentes, menos complejos y repetitivos que dan lugar a un discurso más suave aunque alejado de la hazaña lúdica y verbal de sus orígenes, donde se hacía burla de las convenciones morales de los poderosos dominadores y explotadores.

 

 

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El albur es tan sólo un juego de palabras que no merece la descalificación, aseguró Helena Beristáin Díaz, investigadora emérita de la UNAM.

 

 

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El albur es una forma de relajación social y critica a los prejuicios, manifestó la investigadora emérita de la UNAM Helena Beristáin Díaz.