Boletín UNAM-DGCS-763
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DESCALIFICAR EL ALBUR ES COMO MALDECIR LAS
FUNCIONES CORPORALES Y SEXUALES
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Se trata de un juego más de palabras, señaló Helena Beristáin Díaz,
investigadora emérita de la UNAM
·
Comentó que es una especie de neo-barroco mexicano con una tradición
milenaria en la literatura
El albur no tiene
nada de malo, es sólo un juego de palabras, por lo que calificarlo
negativemente es como maldecir las funceones corporales y sexuales, las cuales
son sólo cuestiones privadas, afirmó la investigadora emérita de la UNAM,
Helena Beristáin Díaz.
La especialista
del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) señaló que el albur es como
cualquier juego y tiene su lado positivo donde se pierde o se gana.
El albur, subrayó,
es una especie de espacio carnavalesco que el pueblo se concede a sí mismo e
implica una especie de relajación social y una manera de manifestar una crítica
a los prejuicios de las clases sociales que tienen el poder y consideran qué es
lo bueno y lo malo.
Comentó que en el
caso de los niños, no debe sorprender que conozcan este lenguaje, porque es lo
que aprenden en su casa o lo que ven en la televisión.
El lenguaje alburero es una especie de neo-barroco mexicano que tiene
una tradición milenaria en la literatura, no como albur sino como expresión
amorosa velada, oculta, donde se alude al sexo y a las funciones corporales,
precisó.
Se trata, subrayó,
de una contienda verbal suscitada de improviso en circunstancias que propician
un diálogo barroco, tradicionalmente dado entre varones y que pone en juego el
conocimiento, la agilidad, la práctica, el ingenio y la creatividad para
contestar con rapidez.
Helena Beristáin
comentó que el albur tiene cuatro niveles: literal, figurado, moral y
analógico, que le permiten su permanencia, toda vez que modifica las
convenciones sociales e instaura públicamente una pausa, un espacio donde la
transgresión queda a salvo.
Destacó que es un
lenguaje con desequilibrio, porque hay muchos significantes en pocas palabras y
una figura rara llamada mixtura verborum, que consiste en que el mismo lenguaje
es re contextualizado y es re significado.
Pero, abundó,
también es una contradicción que impide hacer un diccionario, pues sería muy
poco el vocabulario con muchas entradas o denotaciones en distintos contextos,
porque la palabra se vuelve otra en cada contexto.
La expansión del albur en la sociedad, resaltó
la investigadora emérita, coincide con
la evolución de los papeles asignados a la mujer en la historia reciente.
El género
femenino, detalló, estaba relegado al hogar. Al acceder a la educación en todos
sus niveles –sobre todo en los últimos 60 años-, se abrió paso como fuerza
laboral y ocupó espacios, donde, al
convivir con hombres durante las horas de trabajo, aprendió a descifrar la jerga
del sexo masculino.
Este tipo de lenguaje,
comentó, fue utilizado en primera instancia por cargadores de La Merced u
obreros, pero con el paso del tiempo se desarrolló la invasión de los espacios
masculinos.
Destacó que no se
debe “echarle la maldición a ningún lenguaje, menos si se trata de una
expresión popular”, porque no sólo es cómico sino que se trata de una confusión
de prejuicios de clase donde se considera que lo popular es rebajado.
Helena Beristáin
consideró que siempre han existido chistes con naturaleza alburera, pero ahora
hay fragmentos de albures en los anuncios comerciales muy diferentes, menos
complejos y repetitivos que dan lugar a un discurso más suave aunque alejado de
la hazaña lúdica y verbal de sus orígenes, donde se hacía burla de las
convenciones morales de los poderosos dominadores y explotadores.
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PIE DE FOTO UNO
El albur es tan sólo un juego de palabras
que no merece la descalificación, aseguró Helena Beristáin Díaz, investigadora
emérita de la UNAM.
PIE DE FOTO DOS
El albur es una forma de relajación social
y critica a los prejuicios, manifestó la investigadora emérita de la UNAM
Helena Beristáin Díaz.