6:00 hrs. Agosto 4 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-750

 

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DIABÉTICOS, MÁS DE OCHO MILLONES DE MEXICANOS

 

·        Rafael Valdés González, investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM, en colaboración con especialistas de otras instituciones, desarrolla un proyecto experimental para controlar la enfermedad

 

Más de ocho millones de mexicanos se ven afectados por la diabetes mellitus, la quinta parte de ellos padecen el tipo juvenil, lo que convierte a este padecimiento en un problema de salud pública de grandes proporciones, aseveró el investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM, Rafael Valdés González.

 

Esta enfermedad, además de ser la primera causa de ceguera en México, ocasiona que quienes la sufren lleguen a ocupar entre el 30 y 40% de las camas disponibles en centros hospitalarios.

 

Los diabéticos también son propensos a presentar deficiencias renales, por lo que tendrán que ser rehabilitados con terapias como la diálisis peritoneal o hemodiálisis, con un importante impacto en términos de economía de salud.

 

Tradicionalmente estos enfermos son tratados con dietas y el suministro de insulina tres o cuatro veces al día, de acuerdo con sus niveles de glucosa.

 

Ante tales circunstancias, un grupo de investigadores, encabezado por el doctor Rafael Valdés González, se ha dado a la tarea de diseñar un proyecto experimental con la intención de controlar esta enfermedad,

“más no curarla”.

 

Se trata de un dispositivo, hecho con células de páncreas de porcino neonatal, el cual se implanta en forma subcutánea en la cara anterior del abdomen, mediante el cual se busca estimular la producción de insulina en pacientes de entre 10 y 16 años de edad.

 

“Se hace una pequeña incisión –de uno y medio a dos centímetros– después se realiza una especie de canal para introducir el dispositivo por debajo de la piel. Se deja durante unos dos meses, tiempo que le toma al organismo formar una especie de capullo, en el que las células se depositarán para sobrevivir y producir insulina”.

 

Los materiales seleccionados para elaborar el dispositivo, además de las células porcinas (provenientes de Nueva Zelanda), son el acero inoxidable y el teflón, ambos elementos son perfectamente aceptados por el cuerpo humano.

 

Con este dispositivo –costo aproximado de 40 mil dólares– se busca mantener vivas las células al interior de los individuos para dar paso a la liberación de la hormona que requieren los diabéticos. El trasplante cumple la función endocrina del páncreas: la producción de insulina”.

 

De esta manera, añadió el especialista universitario, en colaboración con científicos del Centro Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, del Hospital Infantil y de Nueva Zelanda, se diseñó el protocolo clínico experimental de acuerdo con las normas internacionales y con la aprobación de los comités de ética y científicos correspondientes.

 

Este proceso llevó aproximadamente un año, periodo durante el cual se hicieron correcciones y se demostró que el procedimiento es totalmente inocuo y no pone en riesgo la vida de los pacientes. “El gran dilema es la posibilidad de que una especie pueda transmitir a otra alguna enfermedad”, comentó.

 

Al respecto, explicó que se eligieron células porcinas neo natales provenientes de Nueva Zelanda porque en esa nación existe una compañía dedicada, desde hace muchos años, a la producción de éstas en óptimas condiciones.

 

El protocolo se probó inicialmente en ratas y luego en cerdos. “Observamos que en ambas especies funcionó, así que nos dimos a la tarea de mejorar el dispositivo en forma paralela, de tal suerte que éste pudiera aplicarse en humanos” señaló Rafael Valdés González.

Hasta la fecha se han realizado 12 transplantes en niños de entre 10 y 16 años, a quienes les fueron colocados dos dispositivos inicialmente. Estos pacientes aportan una idea cercana a la cantidad de células que pueden mantener en su interior.

 

El propósito de elegir a preadolescentes para aplicar en ellos el protocolo, es que los niños son pacientes mucho más difíciles de manejar y menos estables en términos de niveles de glucosa en sangre, a diferencia de los adultos- su organismo responde en forma más rápida que el de los adultos.

 

“Actualmente tenemos ya dos niños (niña y niño) con más de un año en tratamiento. La niña ha dejado de ser dependiente de la insulina y su compañero sólo requiere el 20 % de insulina indicada. A él le hicimos un tercer implante para colocar células y lograr que no requiera del medicamento para su control.

 

“Observamos, añadió, que uno de los factores que permiten una mejor respuesta al trasplante es el grupo sanguíneo de los pacientes elegidos, responden mejor al trasplante. Por ello, investigamos las condiciones necesarias para seleccionar a los candidatos a este tipo de implantes.

 

Indicó que como parte del proyecto de investigación se desarrolla otra línea celular: la aplicación de células de certoli las cuales, en combinación con las productoras de insulina, brindan protección para evitar el rechazo al trasplante.

 

Se requiere hacer un seguimiento especial en los pacientes para disminuir gradualmente las dosis de insulina requeridas por cada uno de los niños diabéticos de acuerdo con el funcionamiento de su implante. “Tenemos pacientes con más de un año y no requieren medicamentos en condiciones perfectamente estables, esto es un éxito incuestionable”. Precisó que aún cuando se ignora el tiempo de vida de esas células, “sí sabemos que en el mundo no hay gente con sobrevida con este tipo de transplantes”.

 

Explicó que una segunda fase del proyecto considera la aplicación del dispositivo a 18 niños más –a futuro se podrá utilizar en adultos–, cuyo perfil permita aplicarles un dispositivo con el mismo principio que el original, pero con mayor capacidad de almacenaje de células.

 

Puntualizó que los objetivos iniciales de la primera fase de investigación del protocolo se cumplieron: “se demostró que el dispositivo funciona; que las células se mantienen vivas una vez implantadas, y que, con la combinación de ambas líneas celulares, los pacientes trasplantados no requieren de ningún medicamento para evitar el rechazo.

 

Cada una de estas etapas aportan gran cantidad de información la cual debe analizarse para mejorar los resultados en los próximos pacientes. “En el momento en que tengamos un alto grado de control de los enfermos diabéticos mediante este tipo de transplante, se recurrirá a él como una terapia”, señaló.

 

Este procedimiento, evidentemente, tendrá que abatir los costos iniciales en la medida en que su aplicación sea rutinaria. Actualmente es financiado por la Secretaría de Salud y la compañía de Nueva Zelanda que importa las células.

 

Además, dijo, se busca la posibilidad de otorgar un crédito a 20 años por la cantidad del costo del trasplante a las personas con bajos niveles económicos.

 

Informó que se encuentra en vías de concluir el primer laboratorio productor y procesador de las células de porcino neonatales en el país, de tal suerte que su calidad y viabilidad sean superiores a las que se importan de Nueva Zelanda, mismo que estará ubicado en el Hospital Infantil, con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el donativo de ICA.

 

Consideró que la alternativa de transplantar el páncreas en diabéticos implica una cirugía de alto riesgo, además de los medicamentos suministrados para evitar el rechazo. La cantidad de páncreas que se puede obtener por concepto de donación cadavérica es mínima.

 

Los especialistas que practican este tipo de cirugía en otras partes del mundo utilizan de dos a tres órganos de ese tipo por paciente, lo que lo hace una práctica inviable pues la disponibilidad de estos órganos depende de los accidentes y de las muertes cerebrales que se susciten, finalizó.

 

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Rafael Valdés González, investigador de la UNAM y sus colaboradores, diseñaron un dispositivo hecho con células de páncreas de porcino neonatal para controlar la diabetes mellitus en niños.

 

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Más de ocho millones de mexicanos se ven afectados por la diabetes mellitus y la quinta parte de ellos padecen el tipo juvenil de esta enfermedad, afirmó Rafael Valdés González, investigador de la Facultad de Medicina de la UNAM.