Boletín UNAM-DGCS-740
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PERDER LA VISTA, AUMENTA LAS ZONAS DEL CEREBRO
RELACIONADAS CON LA AUDICIÓN Y EL TACTO
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Gabriel Gutiérrez Ospina, del Instituto de Investigaciones Biomédicas
de la UNAM, analiza este fenómeno
Cuando un animal o
el ser humano pierden la visión, en su cerebro aumentan las regiones
relacionadas con los órganos sensoriales que están intactos. En el caso de los
invidentes, tanto la audición como el tacto ganan importancia funcional y, en
paralelo, las áreas que procesan esta información aumentan su tamaño.
Gabriel Gutiérrez
Ospina, miembro del Departamento de Biología Celular del Instituto de
Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM, estudia los mecanismos que
subyacen a este fenómeno, mediante la utilización de animales en desarrollo, a
los cuales les remueven los ojos quirúrgicamente.
Los cambios que
ocurren en el cerebro de individuos invidentes, indicó, no surgen como se creyó
durante mucho tiempo, de la mayor utilización de los órganos sensoriales
intactos. Se da como respuesta a la alteración de algunas interacciones
celulares entre los distintos sistemas sensoriales durante el desarrollo, es
decir, es parte de algún proceso intrínseco al cerebro.
En los animales
recién nacidos a los que se les removieron los ojos en forma quirúrgica, agregó
el investigador, se observa cambio en el tamaño de las representaciones
funcional y anatómica somatosensorial.
Este cambio se
presenta durante los primeros días de vida, periodo en el cual el movimiento
voluntario y la conducta exploratoria son limitadas. Además, en las edades
tempranas, las ratas son nominalmente ciegas y sordas.
En estas
condiciones conductuales, comentó, es prácticamente imposible atribuir las
modificaciones cerebrales en animales ciegos en desarrollo, al incremento en el
uso de los órganos sensoriales intactos y de las porciones del cerebro
relacionadas con ellos.
En contraste a lo
que se observa en los animales en desarrollo, cuando se pierde la vista a mayor
edad, señaló, ocurre una expansión de la representación funcional, pero no de
la anatómica en las cortezas auditiva y somatosensorial.
“Al perder la entrada de información visual,
la auditiva y la somatosensorial ‘invade’ a la corteza ‘visual’, es decir, se
da un arreglo funcional que resulta, posiblemente, de una disminución en el
tono de las sinapsis inhibitorias corticales”, aseveró.
Cuando
algo altera el desarrollo en etapas tempranas, abundó, los cambios que ocurren
en el cerebro conducen a diferencias anatómicas: hay un crecimiento físico de la representación del cuerpo en el
cerebro. En los adultos, no se observa una modificación del tamaño anatómico,
pero sí de “la representación funcional del mapa corporal”.
Estas
modificaciones, dijo, ocurren en los animales adultos de manera relativamente
rápida, pero la velocidad a la que ellos proceden es mucho mayor en los
individuos jóvenes. “Las observaciones indican que los mecanismos difieren
entre la plasticidad cerebral del joven y la del adulto”.
La
plasticidad cerebral se refiriere a cualquier cambio estructural o funcional en
el sistema nervioso. Los cambios que ocurren en el cerebro cuando se ciega a un
animal son de tal magnitud que hacen que este modelo sea muy bueno para
estudiar las bases de la plasticidad cerebral.
Sostuvo que cuando
los cambios plásticos se dan en los animales ciegos en desarrollo hay
alteraciones en los niveles de ciertos neurotransmisores como son la
acetilcolina, adrenalina y serotonina. Gutiérrez Ospina sugirió que quizás es
la combinación de estos factores la que promueve la plasticidad cerebral, sin
necesidad de que haya una participación importante del uso.
El investigador
universitario adelantó que los resultados de las investigaciones realizadas en
su laboratorio podrían llevar al diseño de estrategias terapéuticas que
faciliten la ocurrencia de los cambios plásticos cerebrales y, por ende, la
compensación funcional en pacientes que sufrieron alguna pérdida sensorial.
Problemas tales
como el llamado miembro fantasma – la sensación de poseer una extremidad
amputada- pudieran ser tratados mediante el uso de fármacos que modulen el
desarrollo de la respuesta plástica cerebral.
Al perderse un
brazo, por ejemplo, la corteza cerebral que recibe la información
somatosensorial se reorganiza. “El re-arreglo entre áreas corticales cuando se
pierde una modalidad sensorial se parece a los cambios que ocurren en una
región del cerebro que procesa un sólo tipo de información sensorial”.
Así, añadió, una
neurona que originalmente recibe mensajes de la mano, si ésta es amputada,
aquélla “está dispuesta a recibir información de otro lugar del cuerpo”, de la
espalda o el cuello tal vez.
Por ello, indicó Gutiérrez Ospina, con este
conocimiento se podrían desarrollar terapias farmacológicas que facilitarían
aspectos de memoria y aprendizaje en individuos con deficiencias cognitivas de
esta naturaleza, o disminuir las sensaciones y percepciones anómalas en
pacientes que sufren una variedad de padecimientos neurológicos.
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FOTO 1
Cuando un animal o el ser humano pierden la
visión, crecen las zonas del cerebro relacionadas con los órganos sensoriales
intactos, señaló Gabriel Gutiérrez Ospina, del Instituto de Investigaciones
Biomédicas de la UNAM
FOTO 2
Las áreas del cerebro que controlan el
tacto y la audición aumentan de tamaño cuando se pierde la visión, destacó
Gabriel Gutiérrez Ospina, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la
UNAM