6:00 hrs. Agosto 1° de 2001


Boletín UNAM-DGCS-740

 

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PERDER LA VISTA, AUMENTA LAS ZONAS DEL CEREBRO RELACIONADAS CON LA AUDICIÓN Y EL TACTO

 

·        Gabriel Gutiérrez Ospina, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, analiza este fenómeno

 

Cuando un animal o el ser humano pierden la visión, en su cerebro aumentan las regiones relacionadas con los órganos sensoriales que están intactos. En el caso de los invidentes, tanto la audición como el tacto ganan importancia funcional y, en paralelo, las áreas que procesan esta información aumentan su tamaño.

 

Gabriel Gutiérrez Ospina, miembro del Departamento de Biología Celular del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM, estudia los mecanismos que subyacen a este fenómeno, mediante la utilización de animales en desarrollo, a los cuales les remueven los ojos quirúrgicamente.

 

Los cambios que ocurren en el cerebro de individuos invidentes, indicó, no surgen como se creyó durante mucho tiempo, de la mayor utilización de los órganos sensoriales intactos. Se da como respuesta a la alteración de algunas interacciones celulares entre los distintos sistemas sensoriales durante el desarrollo, es decir, es parte de algún proceso intrínseco al cerebro.

 

En los animales recién nacidos a los que se les removieron los ojos en forma quirúrgica, agregó el investigador, se observa cambio en el tamaño de las representaciones funcional y anatómica somatosensorial.

 

Este cambio se presenta durante los primeros días de vida, periodo en el cual el movimiento voluntario y la conducta exploratoria son limitadas. Además, en las edades tempranas, las ratas son nominalmente ciegas y sordas.

 

En estas condiciones conductuales, comentó, es prácticamente imposible atribuir las modificaciones cerebrales en animales ciegos en desarrollo, al incremento en el uso de los órganos sensoriales intactos y de las porciones del cerebro relacionadas con ellos.

 

En contraste a lo que se observa en los animales en desarrollo, cuando se pierde la vista a mayor edad, señaló, ocurre una expansión de la representación funcional, pero no de la anatómica en las cortezas auditiva y somatosensorial.

 

 “Al perder la entrada de información visual, la auditiva y la somatosensorial ‘invade’ a la corteza ‘visual’, es decir, se da un arreglo funcional que resulta, posiblemente, de una disminución en el tono de las sinapsis inhibitorias corticales”, aseveró.

 

Cuando algo altera el desarrollo en etapas tempranas, abundó, los cambios que ocurren en el cerebro conducen a diferencias anatómicas:  hay un crecimiento físico de la representación del cuerpo en el cerebro. En los adultos, no se observa una modificación del tamaño anatómico, pero sí de “la representación funcional del mapa corporal”.

 

Estas modificaciones, dijo, ocurren en los animales adultos de manera relativamente rápida, pero la velocidad a la que ellos proceden es mucho mayor en los individuos jóvenes. “Las observaciones indican que los mecanismos difieren entre la plasticidad cerebral del joven y la del adulto”.

 

La plasticidad cerebral se refiriere a cualquier cambio estructural o funcional en el sistema nervioso. Los cambios que ocurren en el cerebro cuando se ciega a un animal son de tal magnitud que hacen que este modelo sea muy bueno para estudiar las bases de la plasticidad cerebral.

 

Sostuvo que cuando los cambios plásticos se dan en los animales ciegos en desarrollo hay alteraciones en los niveles de ciertos neurotransmisores como son la acetilcolina, adrenalina y serotonina. Gutiérrez Ospina sugirió que quizás es la combinación de estos factores la que promueve la plasticidad cerebral, sin necesidad de que haya una participación importante del uso.

 

El investigador universitario adelantó que los resultados de las investigaciones realizadas en su laboratorio podrían llevar al diseño de estrategias terapéuticas que faciliten la ocurrencia de los cambios plásticos cerebrales y, por ende, la compensación funcional en pacientes que sufrieron alguna pérdida sensorial.

 

Problemas tales como el llamado miembro fantasma – la sensación de poseer una extremidad amputada- pudieran ser  tratados  mediante el uso de fármacos que modulen el desarrollo de la respuesta plástica cerebral.

 

Al perderse un brazo, por ejemplo, la corteza cerebral que recibe la información somatosensorial se reorganiza. “El re-arreglo entre áreas corticales cuando se pierde una modalidad sensorial se parece a los cambios que ocurren en una región del cerebro que procesa un sólo tipo de información sensorial”.

 

Así, añadió, una neurona que originalmente recibe mensajes de la mano, si ésta es amputada, aquélla “está dispuesta a recibir información de otro lugar del cuerpo”, de la espalda o el cuello tal vez.

 

Por ello,  indicó Gutiérrez Ospina, con este conocimiento se podrían desarrollar terapias farmacológicas que facilitarían aspectos de memoria y aprendizaje en individuos con deficiencias cognitivas de esta naturaleza, o disminuir las sensaciones y percepciones anómalas en pacientes que sufren una variedad de padecimientos neurológicos.

 

 

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Cuando un animal o el ser humano pierden la visión, crecen las zonas del cerebro relacionadas con los órganos sensoriales intactos, señaló Gabriel Gutiérrez Ospina, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM

 

 

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Las áreas del cerebro que controlan el tacto y la audición aumentan de tamaño cuando se pierde la visión, destacó Gabriel Gutiérrez Ospina, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM