6:00 hrs. Julio 29 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-732

 

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EL SINDICALISMO NO RESPONDE  DEMANDAS DE LOS TRABAJADORES

 

·        Investigadores de la UNAM aseguraron que si no se transforma, el movimiento obrero corre el riesgo de desaparecer

·        En la actualidad está debilitado, disperso y sin proyecto de lucha o de país

 

Debilitado, disperso, sin proyecto de lucha ni de país, carente de propuestas económicas y políticas ante el gobierno federal e incapacitado para dar respuesta a las demandas de los trabajadores y convertirse en una organización moderna y con legitimidad, el sindicalismo mexicano –el organizado y el independiente– corre el riesgo de desaparecer.

 

Académicos de los institutos de investigaciones Sociales (IIS) y Económicas (IIEc) de la UNAM puntualizaron que a ello se suma el hecho de que las direcciones sindicales son estériles y en su afán de mantener el poder se olvidan de la principal causa para la cual fueron elegidos al frente de sus organizaciones: la defensa de los derechos del sector obrero.

 

Francisco Javier Aguilar García, investigador del IIS, y Alfonso Bouzas Ortiz, especialista del IIEc, expusieron la necesidad de que el sindicalismo se transforme y elabore propuestas económicas y políticas para defender las conquistas laborales y resarcir el deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores.

Aguilar García hizo un recuento de las condiciones en que se encuentra el sindicalismo en México:

 

En la actualidad, el movimiento obrero nacional está dividido en cuatro principales fuerzas: el Congreso del Trabajo (CT), la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), el Frente Sindical Mexicano (FSM) y el sindicalismo blanco o patronal, que nació desde hace varias décadas en Monterrey y cuya fuerza principal la mantiene en Nuevo León, Puebla, Yucatán y el estado de México, con un total aproximado de 70 a 80 mil trabajadores.

 

La UNT tiene sus orígenes en el "sindicalismo independiente" surgido en los años 80 y que propició la integración de la Federación de Sindicatos de Empresas de Bienes y Servicios (Fesebs) con nueve sindicatos, entre los que se encuentran los telefonistas, pilotos, sobrecargos y trabajadores tranviarios.

 

Luego de que en 1997 los nueve sindicatos de la Fesebs abandonaron las filas del Congreso del Trabajo (CT) se conformó la UNT que dice agrupar a cerca de dos millones de trabajadores, pero en términos reales cuando más rebasa los 150 mil.

 

La integración de este grupo obrero tuvo como objetivo ocupar el lugar del CT en las relaciones con el gobierno federal, es decir, ser la central a la que las autoridades consulten cada vez que se establecen políticas laborales o durante la reforma de la legislación del ramo.

 

Sin embargo, aun cuando se dice independiente no ha dejado de comportarse dentro del sindicalismo oficial o tradicional. Sus organizaciones se movilizan cuando se trata defender su contrato, pero no apoyan al resto de los que forman parte de la UNT.

 

El FSM es la organización independiente más reciente, al crearse en 1998 en defensa del manejo de los energéticos y de la legislación laboral: el artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo (LFT). Este gremio está formado por cerca de 70 mil trabajadores.

 

El Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) organizaron el Frente tras el rompimiento con los "independientes" de la UNT por no aceptar sus formas de lucha que sólo quedan en la declaración, al igual que el CT.

 

El Congreso del Trabajo -dentro del cual se encuentra la Confederación de Trabajadores de México (CTM)- continúa como el interlocutor del sector obrero ante el gobierno federal y mantiene la mayoría numérica.

Con el cambio del modelo económico y la aplicación del neoliberalismo en México, a principios de los 80, la cúpula obrera perdió fuerza y dejó de ser el medio a través del cual los trabajadores obtenían mejores remuneraciones.

 

Hasta el año 2000, el Congreso y la CTM apoyaron al PRI y se encargaron de las principales negociaciones salariales -como la del mínimo- y de obtener mejores prestaciones. Aunque sus distintos dirigentes afirman que aglutina a cerca de 11 millones de trabajadores, la realidad es que son alrededor de un millón 100 mil, según la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS).

 

El investigador del IIS subrayó que con los años el modelo económico asignó al sindicalismo un papel de mayor subordinación y el salario mínimo lo impuso como parte del programa económico.

 

En materia política, el movimiento obrero perdió importantes cotos de poder. De más de 60 diputados, 30 senadores y cientos de presidentes municipales que tenía en 1984, la representación sindical se redujo en forma notable en el Congreso de la Unión y los órganos de poder a cinco diputados, ocho senadores y cerca de 200 alcaldes en todo el país.

 

Su debilitamiento, remarcó, se debe a que las direcciones sindicales no tienen un programa de lucha ni de país; se mantienen siempre en espera de lo que decida el Ejecutivo federal en materia de salarios y prestaciones, pero no hacen propuestas ni las defienden; hay una total dispersión debido a los intereses de grupo, lo que les impide concertar acciones conjuntas, y en realidad es poco el número de sindicalizados si se toma en cuenta la Población Económicamente Activa (PEA).

 

Explicó que dentro de la PEA hay 40 millones de mexicanos, de los cuales entre 24 y 25 millones están ocupados. Pero, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reporta 11 millones y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) dos millones. En total, 15 millones con seguridad social. En tanto, las Afores registran de 15 a 16 millones de afiliados. El resto, dijo, son trabajadores informales, sin contrato o desempleados.

 

De los sindicalizados de los apartados "A" y "B" el reporte es de entre cuatro y cinco millones de trabajadores, esto significa que sólo el 10% están agremiados a alguna organización de esta índole. Esto es, de los casi 98 millones de mexicanos únicamente entre 13 y 16 millones tienen empleo fijo, seguro y con contrato.

El doctor en Ciencia Política resaltó que el sindicalismo es objeto de la contradicción gubernamental porque al tiempo que trata de disminuirlo para prescindir de él, lo llama para firmar cualquier decisión que tome como si fuera un acuerdo con la clase trabajadora. El problema es que las direcciones obreras nunca presentaron ninguna propuesta de política económica.

 

Contrario a lo que se esperaba, planteó, Vicente Fox no dio preferencia a los sindicatos patronales. Desde agosto del 2000 comenzó a dialogar con todo el movimiento obrero y a mantener alianzas. Su objetivo era lograr uniones para apoyar su proyecto económico y político.

 

Hoy, refirió, el sindicalismo tiene mayores posibilidades de hacer propuestas para dejar de ser subordinado, pero para ello debe aprovechar la oportunidad que tiene. También, aprender a sortear las contradicciones del gobierno porque mientras dice que hay un cambio mantiene las viejas tradiciones corporativas.

 

De la cláusula de exclusión, recién dictaminada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), aseguró que es una muestra del afán gubernamental por disminuir el poder sindical y resquebrajar aún más la unidad obrera.

 

En 1996, la Corte resolvió que podían crearse dos o más organizaciones laborales en una institución gubernamental, con lo que le quitó el monopolio a la (FSTSE).

 

Ahora, en el 2001, resuelve eliminar la cláusula de exclusión con lo que las direcciones sindicales ya no podrán expulsar a los trabajadores por no asumir sus políticas.

 

El problema, es que esta política laboral no existe por sí misma sino que es sugerida por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) para que haya supuesta libertad sindical. Así, cuando se dé la reforma a la LFT y al artículo 123 constitucional el movimiento obrero en general estará por completo debilitado y no podrá oponerse a ninguna acción profunda en contra de los trabajadores.

 

Se trata, de mostrar la "fachada de la democracia" ante los organismos internacionales para que acepten que en México se toman decisiones por consenso.

 

Contrario al señalamiento de Francisco Javier Aguilar, el investigador del IIEc, Alfonso Bouzas Ortiz, sostuvo que la resolución de la SCJN de eliminar la cláusula de exclusión legitima, reivindica y propicia una auténtica libertad y democracia sindical.

 

También se demuestra que la denuncia sobre la antidemocracia sindical en México es tan basta e internacionalmente planteada que por fin se dan los cambios, los cuales repercutirán en forma positiva en los trabajadores.

 

Destacó que tanto en México como en el mundo, el sindicalismo sufre una importante crisis derivada de la falta de capacidad para encausar y dar respuesta a las demandas actuales de los trabajadores.

 

Una importante debilidad del sindicalismo mexicano, dijo, es su falta de capacidad para modernizarse y ser propositivos, de legitimarse como parte del proceso para salir de la crisis económica que vive el país.

 

Advirtió que si las organizaciones sindicales no muestran aptitudes para remontarla dejarán de ser instancias colectivas de representación, lo que significa que habrán otras con características diferentes.

 

Su crisis de legitimidad, señaló Bouzas, tiene elementos adicionales como el proceso corporativo mediante el cual surgen. Este factor propicia que durante décadas las organizaciones gremiales estén profundamente vinculadas al aparato de poder.

 

El doctor en derecho laboral planteó que el cambio de gobierno pone en crisis este esquema corporativo, situación que permite creer que en el movimiento obrero se restablecerán los términos del juego político sindical.

 

Del sindicalismo independiente, comentó, el panorama es similar al del oficial, debido a que es incapaz de convertirse en verdadera vanguardia.

 

El gran problema de la esterilidad de las direcciones obreras como de la inamovilidad de sus agrupaciones está relacionado con el esquema corporativo. Hoy, los sindicatos han dejado de pertenecer a los trabajadores para ser propiedad de las dirigencias.

 

Todas las cúpulas sindicales, independientemente del color con el que se ostenten, estableció Bouzas Ortiz, cometen los mismos errores: la reelección y el continuismo, así como el establecimiento de esquemas mediante los cuales cualquiera decide, menos los trabajadores.

 

Estos diversos factores, pueden llevar al movimiento obrero organizado e independiente "a una muerte grave", aunque si las dirigencias se concientizan se podrían recomponer y abrir a una nueva etapa. Sólo algunos sindicatos empiezan a construir alternativas en materia de reconversión económica: telefonistas, electricistas y pilotos, entre otros.

 

En el caso del CT deberá recomponerse y refundarse, además de realizar un pacto democrático, no corporativo, -en el que queden fuera la iniciativa privada y los funcionarios del gobierno-, para crear una central única, donde se incluyan todas las organizaciones sindicales, consideró.

 

Después del proceso de democratización política es el momento oportuno para la sindical, opinó, aunque esta transformación afectará intereses con la consiguiente resistencia de los afectados que por lo regular son las dirigencias. Pero, "será inevitable el cambio".

 

El investigador del IIEc precisó que estos cambios no pueden ser verticales ni desde la STyPS. Uno de los grandes errores que en la actualidad se comenten en la definición de la política laboral, es suponer que las estrategias de las organizaciones sindicales las adoptará el gobierno.

 

Sin embargo, mientras no haya un convencimiento generalizado de que en el país no hay democracia sindical no se trabajará por ella, por tanto, no habrá un sindicalismo alternativo en el cual se pueda confiar.

 

Sobre la nueva cultura laboral, fuertemente impulsada por el ahora secretario del Trabajo y Previsión Social, Carlos Abascal, anotó que retomarla es un capricho porque fue un esquema que ejercitó el gobierno anterior durante año y medio y no tiene ninguna perspectiva.

 

Agregó que Abascal supone que la puede revitalizar como su política laboral. Pero, "en realidad ni es política laboral ni es nueva y menos, cultura del trabajo".

 

 

 

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Francisco Javier Aguilar García, académico del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, manifestó la necesidad de que el sindicalismo se transforme para lograr una defensa real de los trabajadores

 

 

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El sindicalismo actual está debilitado, disperso, sin un proyecto de lucha y de país, sostuvo Francisco Javier Aguilar García, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM