·
El investigador universitario aseguró que las empresas trasnacionales
han recuperado su hegemonía en la vida política y económica del país
·
México está sumergido en la lógica de un capitalismo internacional que
contradice los postulados de la Constitución
·
La voluntad popular expresada en las últimas elecciones presidenciales
exige un nuevo pacto político y social afirmó Adalberto Saldaña Harlow,
magistrado del TCADF
La
situación que ha vivido México en los últimos años es una repetición de lo
ocurrido hacia fines de la dictadura de Porfirio Díaz, época en la cual las
empresas trasnacionales ejercían, al igual que en la actualidad, enorme
influencia en el rumbo de la política del país aseguró Horacio Labastida Muñoz,
del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Las grandes empresas,
agregó el investigador universitario, recuperaron su hegemonía en el curso de
las políticas públicas y han logrado poner el capital del Estado mexicano a su
servicio.
Al participar en la
mesa redonda “Nueva constitución ¿sí o no?” en el auditorio de la División de
Estudios de Posgrado de la Facultad de Derecho (FD) de la UNAM, Labastida Muñoz
explicó que en nuestro país, al igual que en otras naciones del mundo, cuando
surge el debate sobre la necesidad de una nueva Constitución es porque existe
tensión social, que es preciso resolver por las vías institucionales.
Acompañado por Raúl
Avila Ortiz, coordinador de Asuntos Internacionales del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y catedrático del posgrado de la FD, y
Adalberto Saldaña Harlow, magistrado del Tribunal de lo Contencioso
Administrativo del Distrito Federal (TCADF), Labastida Muñoz afirmó que en
estos momentos México está sumergido en la lógica de un capitalismo
internacional invasor del planeta, que contradice los postulados sobre
garantías sociales establecidos en nuestra Ley Fundamental.
Las últimas reformas
al texto constitucional apuntan en ese sentido, indicó, y en la actualidad
nuestra Carta Magna ha cedido su lugar a la tendencia globalizadora que la
anula.
Es en este marco en el
cual se acentúan las contradicciones de clase. Hoy se plantea la posibilidad de
adoptar una nueva Constitución y se discute si ésta debe renunciar al
nacionalismo para entregar el país al capitalismo metropolitano, precisó.
Horacio Labastida
Muñoz sostuvo que en realidad no se puede renunciar al nacionalismo, pero
tampoco se puede negar el impulso de ese capitalismo.
México necesita
recobrar sus propias energías económicas y hacer valer su derecho a la
autodeterminación. Hablar de una nueva Constitución, concluyó, requiere
convocar a toda la sociedad, ya que al margen del pueblo no pueden haber
reformas a la Ley Fundamental vigente ni adopción de una nueva Carta Magna.
En su intervención,
Adalberto Saldaña Harlow manifestó que la Constitución debe modificarse ya que
se trata de la formalización jurídica del pacto político y social de los
mexicanos; se trata, sintetizó, de la definición del modelo de vida que debe
darse la sociedad.
El magistrado del
Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal expuso que en
nuestro país existe una Constitución formal y otra informal y lo único que ha
hecho el nuevo ejecutivo Federal es cambiar el contenido de esta última.
Antes se trataba de la
tutela de los intereses de las clases populares, comentó, y en la actualidad,
en la misma línea de los últimos gobiernos priístas, la tutela se otorga a los
intereses de los grupos del capital monopólico.
Nuestra Constitución,
apuntó Saldaña Harlow, no es obsoleta ni lejana a la realidad, su problema
radica en la falta de cumplimiento. Al asumir su mandato presidencial, Vicente
Fox recibió la exigencia social de modificar el modelo político, lo cual
implica convocar a un nuevo congreso constituyente.
El cambio del proyecto
nacional, continuó, así como de esquema político y social es imprescindible y a
ello debe agregarse el cumplimiento de la ley, que involucra la efectiva
rendición de cuentas a la sociedad y otorgarle a ésta los medios de apremio
para exigirle a sus gobernantes el cumplimiento de sus obligaciones.
El cambio de la
Constitución, puntualizó Saldaña Harlow, es una demanda de la democracia para
la redefinición de los objetivos sociales y de los medios para alcanzarlos.
Por su parte, Raúl
Avila Ortiz sostuvo que en la esfera pública existen cada vez más elementos que
exigen la modificación del texto constitucional mexicano.
Citó como ejemplo la
iniciativa en materia de derechos y cultura indígena recientemente aprobada por
el Congreso de la Unión. En este proceso, dijo el funcionario del TEPJF, el
resultado de un acuerdo entre actores políticos finalmente fue modificado por
el Poder Legislativo, lo cual indica que hay problemas en la mecánica
legislativa.
En otras naciones,
agregó, los actores políticos están facultados para intervenir en los acuerdos
y las reformas institucionales que los afectan, como las modificaciones a las
normas constitucionales.
México, finalizó,
requiere perfeccionar y consolidar el régimen democrático. Si un nuevo congreso
constituyente logra alcanzar los consensos necesarios y posibilita hacer de
México un país más seguro de sí mismo en el contexto de la globalidad, sería
oportuno convocarlo.
-o0o-
PIE DE FOTO UNO
Adalberto Saldaña
Harlow, magistrado del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito
Federal, durante su intervención en la mesa redonda sobre la posibilidad de elaborar
una nueva Constitución.
PIE DE FOTO DOS
El investigador de la UNAM Horacio
Labastida aseguró que en México se repiten las circunstancias que predominaron
hacia el fin de la dictadura porfirista.
PIE DE FOTO TRES
Invitados por la Facultad de Derecho de la
UNAM, juristas coincidieron en que para adoptar en México una nueva
Constitución es preciso contar con el más amplio consenso.