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LA DESIGUALDAD DE GÉNERO, PRODUCTO
IDEOLÓGICO Y CULTURAL
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Alejandro Carrillo Castro
sostuvo que es preciso reconocer ese hecho para lograr una solución al problema
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Aseguró que desde hace 5 mil
años la mujer está supeditada al rol del hombre
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Participó en una conferencia
sobre el tema organizado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM
Mientras no se acepte que en la religión, la
cultura, la ideología y el lenguaje son el fondo del problema de género serán
imposibles los cambios y soluciones a la desigualdad entre hombres y mujeres
aseveró Alejandro Carrillo Castro.
En la conferencia La guerra de género. Del
derecho materno al derecho paterno, organizada por el Instituto de Investigaciones
Jurídicas (IIJ) de la UNAM, el ex comisionado del Instituto Nacional de
Migración de la Secretaría de Gobernación afirmó que desde hace cinco mil años
se vive un modelo que somete a la mujer al rol del hombre.
Ambos sexos, precisó, deben entender que en
el paradigma cultural está la respuesta a esta problemática, pues incluso las
mujeres manejan la figura patriarcal y la aplican desde la educación de sus
hijos.
Los dos géneros, resaltó, deben explorar
fórmulas más equilibradas en un nuevo modelo que evite los extremos del
patriarcado o matriarcado, para no volver a incurrir en los tropiezos del
pasado.
Para combatir estos "absurdos
extremos", debido a los cuales prevalece una actitud desigual y
discriminatoria del modelo de dominio masculino, abundó, tampoco se debe
regresar al sistema matriarcal, porque volvería a iniciar el actual juego de la
exclusión y la opresión de una mitad de la humanidad sobre la otra.
En su amplia exposición, el investigador
-quien ocupó diversos cargos en la administración pública federal- explicó que en pleno siglo XXI se vive en un
mundo injusto, discriminatorio y excluyente respecto al trato que social e
individualmente se da a la mitad del género humano: la mujer.
En muchas regiones del orbe, informó, ésta
todavía tiene prohibido trabajar fuera del hogar, participar en política,
asistir a los centros de educación superior, sobre todo donde se enseña
filosofía y religión, o decidir con libertad sobre su propia vida: con quién
casarse o tener relaciones sexuales e hijos.
Ejemplificó con el caso de África, donde
–según la Organización Mundial de la Salud– 137 millones de mujeres son
obligadas en la niñez a sufrir mutilaciones para reducirles la sensibilidad
sexual o para obturarles en forma parcial los órganos reproductivos, con el
propósito de que el resto de sus vidas sean objetos sexuales de sus maridos.
En otras partes del mundo, agregó, subsisten
las prácticas del infanticidio femenino abierto o encubierto. Tal es el caso de
las madres que alimentan con pecho a los varones, mientras a las niñas las
nutren en forma artificial, lo que les provoca la muerte temprana por falta de
desarrollo adecuado.
El especialista en estudios de género comentó
que en el Occidente las tres principales religiones monoteístas, judaísmo, cristianismo
e islam, consideran como "normales" varias de las conductas antes
mencionadas.
Si bien el modelo patriarcal es más
incluyente o democrático en lo social y lo político que el matriarcal, por su
contribución al logro y difusión de importantes avances tecnológicos, estos
beneficios se obtuvieron a muy alto precio porque ocasionaron profundas
"heridas en el alma" que los seres humanos no han subsanado.
De ahí, concluyó Carrillo Castro, las
sensaciones de soledad, desamparo e inseguridad permanente ante el mundo
natural, así como la enajenación entre el hombre y la mujer con respecto a la
sociedad de la que forman parte, además de la incómoda percepción de una gran
frialdad e impersonalidad crecientes con relación a los nuevos marcos jurídico
y político surgidos al amparo del Estado.