15:00 hrs. mayo 17 del 2001


Boletín UNAM-DGCS-500
 
 
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LA DESIGUALDAD DE GÉNERO, PRODUCTO IDEOLÓGICO Y CULTURAL

 

·        Alejandro Carrillo Castro sostuvo que es preciso reconocer ese hecho para lograr una solución al problema

·        Aseguró que desde hace 5 mil años la mujer está supeditada al rol del hombre

·        Participó en una conferencia sobre el tema organizado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM

 

Mientras no se acepte que en la religión, la cultura, la ideología y el lenguaje son el fondo del problema de género serán imposibles los cambios y soluciones a la desigualdad entre hombres y mujeres aseveró Alejandro Carrillo Castro.

 

En la conferencia La guerra de género. Del derecho materno al derecho paterno, organizada por el Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM, el ex comisionado del Instituto Nacional de Migración de la Secretaría de Gobernación afirmó que desde hace cinco mil años se vive un modelo que somete a la mujer al rol del hombre.

 

Ambos sexos, precisó, deben entender que en el paradigma cultural está la respuesta a esta problemática, pues incluso las mujeres manejan la figura patriarcal y la aplican desde la educación de sus hijos.

Los dos géneros, resaltó, deben explorar fórmulas más equilibradas en un nuevo modelo que evite los extremos del patriarcado o matriarcado, para no volver a incurrir en los tropiezos del pasado.

 

Para combatir estos "absurdos extremos", debido a los cuales prevalece una actitud desigual y discriminatoria del modelo de dominio masculino, abundó, tampoco se debe regresar al sistema matriarcal, porque volvería a iniciar el actual juego de la exclusión y la opresión de una mitad de la humanidad sobre la otra.

 

En su amplia exposición, el investigador -quien ocupó diversos cargos en la administración pública federal-  explicó que en pleno siglo XXI se vive en un mundo injusto, discriminatorio y excluyente respecto al trato que social e individualmente se da a la mitad del género humano: la mujer.

 

En muchas regiones del orbe, informó, ésta todavía tiene prohibido trabajar fuera del hogar, participar en política, asistir a los centros de educación superior, sobre todo donde se enseña filosofía y religión, o decidir con libertad sobre su propia vida: con quién casarse o tener relaciones sexuales e hijos.

 

Ejemplificó con el caso de África, donde –según la Organización Mundial de la Salud– 137 millones de mujeres son obligadas en la niñez a sufrir mutilaciones para reducirles la sensibilidad sexual o para obturarles en forma parcial los órganos reproductivos, con el propósito de que el resto de sus vidas sean objetos sexuales de sus maridos.

 

En otras partes del mundo, agregó, subsisten las prácticas del infanticidio femenino abierto o encubierto. Tal es el caso de las madres que alimentan con pecho a los varones, mientras a las niñas las nutren en forma artificial, lo que les provoca la muerte temprana por falta de desarrollo adecuado.

 

El especialista en estudios de género comentó que en el Occidente las tres principales religiones monoteístas, judaísmo, cristianismo e islam, consideran como "normales" varias de las conductas antes mencionadas.

 

Si bien el modelo patriarcal es más incluyente o democrático en lo social y lo político que el matriarcal, por su contribución al logro y difusión de importantes avances tecnológicos, estos beneficios se obtuvieron a muy alto precio porque ocasionaron profundas "heridas en el alma" que los seres humanos no han subsanado.

 

De ahí, concluyó Carrillo Castro, las sensaciones de soledad, desamparo e inseguridad permanente ante el mundo natural, así como la enajenación entre el hombre y la mujer con respecto a la sociedad de la que forman parte, además de la incómoda percepción de una gran frialdad e impersonalidad crecientes con relación a los nuevos marcos jurídico y político surgidos al amparo del Estado.

 

 

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