06:00 hrs. abril 13 del 2001


Boletín UNAM-DGCS-369

 

REDES SOCIALES, PRINCIPAL FACTOR DE SOBREVIVENCIA PARA NIÑOS DE LA CALLE

 

·        La cultura de la calle es muy compleja, conduce y socializa al niño: Víctor Inzúa, de la Escuela Nacional de Trabajo Social

·        El dinero, la libertad y la amistad, sus valores

·        Combatir el problema requiere atención personalizada y  acciones integrales: preventiva, terapéutica y de rehabilitación

 

La crisis económica, marginalidad y violencia intrafamiliar son los principales elementos que propician la salida de un menor de su hogar. Convertidos en niños de la calle generan lazos o redes sociales a través de los cuales obtienen independencia, aparente liberación del maltrato y el factor fundamental de sobrevivencia, aseguró Víctor Inzúa.

 

El catedrático de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, explicó que en la calle estos niños no están aislados, crean relaciones con otros pequeños con los que comparten problemas y vivencias similares, como con adultos que les permiten adaptarse a un medio hostil.

 

El contacto con personas mayores, especificó, es por el trabajo en la calle, como es el caso de los comerciantes establecidos y ambulantes, choferes y policías, quienes en algunos casos pueden llegar a proteger a los menores.

 

El también investigador refirió que las redes sociales proporcionan beneficios a los pequeños: el inmediato es permitirles salir a la calle, además de la motivación de un menor a otro para abandonar su casa y familia para supuestamente encontrar libertad y felicidad.

 

Luego, esa red de cuatro, cinco o más niños que se unen les permite compartir un cuarto de hotel o vivir en un lote baldío; conseguir productos para vender -chicles, por ejemplo-; lugar de trabajo, como las esquinas; compartir dinero, comida y ropa, así como protegerse mutuamente de la policía o de cualquier persona que quiera agredirlos.

 

En su investigación, el antropólogo universitario entrevistó a 75 niños de la calle de diferentes zonas de la ciudad de México, como Tasqueña o Indios Verdes, mediante la técnica de "historia oral" a fin de que los chicos le contaran su vida en su propio lenguaje.

 

Resaltó que la cultura de la calle es compleja, pero conduce y socializa al niño. De esa manera, con diferentes elementos como la gesticulación, lenguaje, accidentes o violencia, conforma un sistema de valores y antivalores.

 

Víctor Inzúa mencionó que en el segundo caso el menor se apropia de acciones como el robo, uso de estimulantes y relaciones sexuales prematuras. Sin embargo, también recibe creencias y cualidades que necesita desarrollar si desea tener éxito o ser popular y líder dentro de su grupo, además de los valores como dinero, libertad y amistad, subordinados a la sobrevivencia.

 

Esa situación, argumentó, provoca confusión de valores, relativismo utilizado para justificar su propia conducta y, al final, conflicto interno. "Cuando descubre la incongruencia entre lo que es y lo que debería ser, surgen los problemas".


A pesar de que la muestra del antropólogo no es tan representativa como para generalizar a los niños de la calle, refleja aspectos novedosos de su situación. Consideran que "lo malo" de la calle es el maltrato recibido por parte de la sociedad; la presencia de la policía; la inexistencia de un lugar dónde comer; la necesidad de robar o pelear, y los factores climáticos, como el frío y la contaminación.

 

"Lo bueno" es vender, tener amigos, dinero, no recibir regaños y ser libres. También tienen ídolos: futbolistas y luchadores, junto con actores y personajes de las caricaturas, que ocupan los primeros lugares de sus preferencias.

 

Como cualquier otro menor, tienen sueños fantásticos e imaginarios, aunque se detectó que muchos de ellos giran en torno al dinero; otros, recuerdan a su madre, por la añoranza de haber roto el vínculo familiar, y algunos más por las experiencias obtenidas en el entorno. Ejemplo de ello son los accidentes de los compañeros.

 

Asimismo, tienen aspiraciones: quieren ser choferes, agentes de tránsito, trabajadores de oficina, conductores del Metro, vendedores o maestros, pero no para el futuro, sino en lo inmediato, porque según ellos viven su presente, estableció.

 

La sociedad, manifestó el especialista, es intolerante con estos pequeños, los estigmatiza y los agrede. Por ello, lo primero que debe hacerse es dignificarlos. La atención debe ser personalizada, no como ocurre en las instituciones donde no se toma en cuenta si se trata de un niño en riesgo de calle, ya vive y trabaja en ella, o es indígena.

 

Víctor Inzúa resaltó la necesidad de coordinar las acciones de las instituciones oficiales y privadas dedicadas a la atención de estos niños para combatir el problema manera integral en tres vertientes: preventiva, terapéutica y de rehabilitación.

 

 

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