REDES SOCIALES, PRINCIPAL FACTOR DE SOBREVIVENCIA PARA NIÑOS DE LA
CALLE
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La cultura de la calle es muy
compleja, conduce y socializa al niño: Víctor Inzúa, de la Escuela Nacional de
Trabajo Social
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El dinero, la libertad y la amistad,
sus valores
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Combatir el problema requiere
atención personalizada y acciones
integrales: preventiva, terapéutica y de rehabilitación
La crisis económica, marginalidad y violencia
intrafamiliar son los principales elementos que propician la salida de un menor
de su hogar. Convertidos en niños de la calle generan lazos o redes sociales a
través de los cuales obtienen independencia, aparente liberación del maltrato y
el factor fundamental de sobrevivencia, aseguró Víctor Inzúa.
El catedrático de la Escuela Nacional de
Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, explicó que en la calle estos niños no están
aislados, crean relaciones con otros pequeños con los que comparten problemas y
vivencias similares, como con adultos que les permiten adaptarse a un medio
hostil.
El contacto con personas mayores, especificó,
es por el trabajo en la calle, como es el caso de los comerciantes establecidos
y ambulantes, choferes y policías, quienes en algunos casos pueden llegar a
proteger a los menores.
El también investigador refirió que las redes
sociales proporcionan beneficios a los pequeños: el inmediato es permitirles
salir a la calle, además de la motivación de un menor a otro para abandonar su
casa y familia para supuestamente encontrar libertad y felicidad.
Luego, esa red de cuatro, cinco o más niños que
se unen les permite compartir un cuarto de hotel o vivir en un lote baldío;
conseguir productos para vender -chicles, por ejemplo-; lugar de trabajo, como
las esquinas; compartir dinero, comida y ropa, así como protegerse mutuamente
de la policía o de cualquier persona que quiera agredirlos.
En su investigación, el antropólogo
universitario entrevistó a 75 niños de la calle de diferentes zonas de la
ciudad de México, como Tasqueña o Indios Verdes, mediante la técnica de
"historia oral" a fin de que los chicos le contaran su vida en su
propio lenguaje.
Resaltó que la cultura de la calle es compleja,
pero conduce y socializa al niño. De esa manera, con diferentes elementos como
la gesticulación, lenguaje, accidentes o violencia, conforma un sistema de
valores y antivalores.
Víctor Inzúa mencionó que en el segundo caso el
menor se apropia de acciones como el robo, uso de estimulantes y relaciones
sexuales prematuras. Sin embargo, también recibe creencias y cualidades que
necesita desarrollar si desea tener éxito o ser popular y líder dentro de su
grupo, además de los valores como dinero, libertad y amistad, subordinados a la
sobrevivencia.
Esa situación, argumentó, provoca confusión de
valores, relativismo utilizado para justificar su propia conducta y, al final,
conflicto interno. "Cuando descubre la incongruencia entre lo que es y lo
que debería ser, surgen los problemas".
A pesar de que la muestra del antropólogo no es
tan representativa como para generalizar a los niños de la calle, refleja
aspectos novedosos de su situación. Consideran que "lo malo" de la
calle es el maltrato recibido por parte de la sociedad; la presencia de la
policía; la inexistencia de un lugar dónde comer; la necesidad de robar o
pelear, y los factores climáticos, como el frío y la contaminación.
"Lo bueno" es vender, tener amigos,
dinero, no recibir regaños y ser libres. También tienen ídolos: futbolistas y
luchadores, junto con actores y personajes de las caricaturas, que ocupan los
primeros lugares de sus preferencias.
Como cualquier otro menor, tienen sueños
fantásticos e imaginarios, aunque se detectó que muchos de ellos giran en torno
al dinero; otros, recuerdan a su madre, por la añoranza de haber roto el vínculo
familiar, y algunos más por las experiencias obtenidas en el entorno. Ejemplo
de ello son los accidentes de los compañeros.
Asimismo, tienen aspiraciones: quieren ser
choferes, agentes de tránsito, trabajadores de oficina, conductores del Metro,
vendedores o maestros, pero no para el futuro, sino en lo inmediato, porque
según ellos viven su presente, estableció.
La sociedad, manifestó el especialista, es
intolerante con estos pequeños, los estigmatiza y los agrede. Por ello, lo
primero que debe hacerse es dignificarlos. La atención debe ser personalizada,
no como ocurre en las instituciones donde no se toma en cuenta si se trata de
un niño en riesgo de calle, ya vive y trabaja en ella, o es indígena.
Víctor Inzúa resaltó la necesidad de coordinar las
acciones de las instituciones oficiales y privadas dedicadas a la atención de
estos niños para combatir el problema manera integral en tres vertientes:
preventiva, terapéutica y de rehabilitación.
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