Boletín UNAM-DGCS-276
EN LAS COMUNIDADES RURALES, EL DETERIORO
AMBIENTAL NO SE CONSIDERA COMO PÉRDIDA
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El reto para la conservación es
modificar esa idea, aseguró Elena Lazos, del Instituto de Investigaciones
Sociales
·
Es necesario entender las
contradicciones y los intereses de ganaderos y campesinos para comenzar a
resolver los retos y limitaciones en el manejo de los recursos y su
conservación
Entre las comunidades rurales el deterioro
ambiental no se percibe como tal, sino como una transformación que no se
considera un proceso de pérdida de los recursos. Por ello, un reto para la
conservación es modificar esa idea, de forma que la degradación del medio se
vea como un problema grave, aseguró Elena Lazos, del Instituto de
Investigaciones Sociales.
En la conferencia Comunicación y percepción ecológica en la
construcción social de los recursos naturales, organizada por la Facultad
de Ciencias de la UNAM, la investigadora señaló que si se analiza la política de desarrollo de las comunidades
rurales se observan programas sexenales sin continuidad, así como políticas
crediticias detenidas, además falta de transparencia y de credibilidad en el
manejo de los recursos.
En el análisis de las políticas públicas,
agregó, deben incluirse las agrícolas, y considerar aspectos como la pérdida
del valor real de productos como el maíz, ya que de una sobreproducción, se ha
pasado a una deficiencia alimentaria local.
Al referirse al caso de la región de la sierra
veracruzana, explicó que se importa un 50 por ciento del maíz, un 70 por ciento
del frijol y 80 por ciento del arroz que se consume, cuando en la década de los
50, incluso, surtían esos productos en el centro de México.
En esa zona, el deterioro ambiental es
resultado, además, de una política de créditos para la ganadería por parte de
instancias internacionales como los bancos Mundial e Interamericano de
Desarrollo, mediante Banrural, que han llevado a una actividad ganadera
extensiva, pero muy poco productiva.
“Tenemos graves procesos de deforestación,
conversión de selvas y bosques en monocultivos de maíz que producen solo 800
kilogramos por hectárea y potreros que no alcanzan una productividad ni
siquiera de una cabeza de ganado en la misma extensión de tierra”.
Refirió que el territorio es un espacio
definido social y culturalmente, donde se recrea una organización social y una
institucionalidad política en el manejo de los recursos.
El uso de éstos, por ello, es el resultado de
la interacción de múltiples factores sociales que responden en todo momento a
las transformaciones sociales, culturales, económicas y ecológicas en
diferentes niveles, como el local y el nacional.
Así, es necesario entender las contradicciones
y los intereses de los actores, ganaderos, campesinos, pescadores, “sierreros”
(dedicados a cortar árboles), sus puntos en común y sus percepciones, para
comenzar a resolver los retos y limitaciones en el manejo de los recursos y su
conservación.
Revertir el deterioro del medio, al mismo
tiempo que se reduce la pobreza de las comunidades rurales, implica construir
propuestas de desarrollo que tengan el objetivo de conservar los recursos
naturales, brindar alternativas económicas sustentables y respetar la cultura
de los poblados.
Elena Lazos explicó que se ha roto la dicotomía
entre lo rural y lo urbano y el sinónimo entre agrario y rural, debido a los
procesos de globalización y la interdependencia del sistema económico mundial,
los cuales fluyen, a través de las políticas públicas, hacia las comunidades.
Esos espacios se transforman por medio de una
industrialización difusa; gran cantidad de industrias y maquiladoras han
cambiado los patrones de producción al interior de muchas de esas poblaciones.
Ahí, la agricultura se lleva a cabo en tiempo parcial.
“Los nuevos espacios rurales se caracterizan
por tener gran complejidad cultural debido a la migración, por tener alta
diferenciación económica y una degradación ambiental galopante”, añadió.
Por ello, señaló, se dice que las comunidades
rurales no existen, sino como hiperespacios rurales, es decir, ellas se
reproducen en la Ciudad de México, Guadalajara, Chicago o California, lugares
donde se presenta la definición de esa nueva pluralidad.
La percepción social del medio ambiente,
finalizó, se construye con base en el sector comunitario al cual se pertenece,
a la identidad, etnia, género, edad, educación y referencias religiosas, así
como en factores externos como las políticas de desarrollo, los créditos y los
precios de los productos agrícolas; de ahí la importancia de revertir la
creencia actual de que la degradación “no existe”.
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