15:00 hrs. marzo 14 del 2001


Boletín UNAM-DGCS-256

 

Diego Valdés

Fidel Herrera

Manuel Bartlet

Ana Esther Ceceña

 

 

EL ZAPATISMO, EXPRESIÓN DE LUCHA REPRESENTATIVA NACIONAL Y MUNDIAL

 

 

·        El movimiento es el rechazo al neoliberalismo y globalización sin utilizar la guerrilla, coinciden investigadores de la UNAM

·        Participaron en la conferencia "Antecedentes del movimiento zapatista. Neoliberalismo, zapatismo y el sistema mundial"

 

 

El movimiento indígena zapatista no es expresión única de Chiapas, sino nacional y mundial, que revela el rechazo al neoliberalismo y a la globalización, y presenta como alternativa la aplicación de la tercera vía política con la inclusión del multiculturalismo y los valores éticos sin utilizar la guerrilla, coincidieron en afirmar académicos de la UNAM.

 

Ana Esther Ceceña, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) resaltó que en la actualidad hay complicidad entre el grupo armado y la sociedad civil, porque los indígenas enarbolan su bandera y el zapatismo crece en la gente, a pesar de no ser portadora de pasamontañas.

 

En la mesa de trabajo "Antecedentes del movimiento zapatista. Neoliberalismo, zapatismo y el sistema mundial", moderada por la directora del IIEc, Alicia Girón, y organizada por el Instituto, dentro del ciclo de conferencias "El movimiento zapatista, una visión amplia", la especialista puntualizó: el conflicto chiapaneco no es una guerrilla, sino insurrección popular de un sector que se encuentra en lo más profundo de la pirámide social del país.

 

Con el neoliberalismo, explicó, el capital se apropió de todos los elementos que le permitían sobrevivir, lo que polarizó las condiciones de esta población a grado tal que tuvieron que hacerse escuchar y luchar por la vida.

 

Sin embargo, aclaró que una revuelta de esta naturaleza no implica la emancipación indígena, pues para ello se necesita provocar la independencia general.

 

En la sala Maestro Ricardo Torres Gaitán del IIEc, la investigadora consideró que las tres señales que pide el zapatismo para iniciar el diálogo son mínimas, porque del retiro de posiciones militares sólo demanda siete de 159 que hay en la región; libertad a sus militantes presos, cuyo único delito fue luchar por sus derechos, y el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés.

 

A su vez, Luis Fernando González, Souza, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), precisó que justo en el momento en que las sociedades llegaron al límite de lo permitido con el neoliberalismo, surgió el zapatismo como un clamor generalizado de rechazo a este modelo y a la globalización.

 

Se convierte en la punta de lanza de la inconformidad de los pueblos contra estos esquemas, al generarse un problema de deshumanización y de animalidad, acotó.

 

A su juicio, el pasamontañas es un reto para que todos se desenmascaren: los gobernantes que dicen que gobiernan, los legisladores que legislan y los empresarios quienes no lo son.

 

El zapatismo, abundó, es una réplica contra el realismo político, la lucha salvaje y eterna por el poder de grupos que cometieron fallas estructurales al no tomar en cuenta el aspecto cultural y ético.

 

Este movimiento, agregó, sugiere una tercera vía política mediante el cambio profundo y radical que vaya a la raíz de los problemas, pero sin necesidad de utilizar la guerrilla como instrumento de lucha, salvo el arranque de los primeros 12 días.

 

En su intervención, Sergio Suárez, investigador del IIEc, destacó que la lucha indígena no es sólo de Chiapas sino de carácter nacional; el problema, añadió, es que todavía no se aprende a entender su filosofía y cultura.

 

Se requiere comprender a los grupos para solucionar sus problemas, porque se trata de un movimiento representativo de todos los indígenas del mundo, no sólo de México.

 

El especialista subrayó que para cambiar la realidad histórica, se necesitan nuevas y profundas acciones, participativas, sistemáticas y convergentes por parte del Estado.

 

 

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