06:00 hrs. Noviembre 10 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-1103                                        

 

 

FALTAN BIBLIOTECAS EN ZONAS INDÍGENAS

 

·        En el país sólo existen 13 bibliotecas para ese fin: María del Rocío Graniel Parra, investigadora del Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas

·        En el Palacio de Minería, la especialista comentó también que no hay respeto a la diferencia cultural y lingüística

 

Es urgente implantar servicios bibliotecarios por parte de las instituciones gubernamentales responsables que hagan realidad el efectivo apoyo al acceso y uso de la información a los que tiene derecho la población indígena mexicana, indicó María del Rocío Graniel Parra, investigadora del Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas (CUIB).

 

Al participar en las actividades conmemorativas del 450 aniversario de la fundación de la Universidad Nacional, con la ponencia El derecho a la información en las comunidades indígenas mexicanas, la experta dijo que la nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos, donde se dispone que todos los individuos gozarán de las garantías que otorga la Constitución.

 

En este sentido, los pueblos y las comunidades indígenas se mantienen legalmente como usuarios potenciales de las bibliotecas públicas del país. Empero, añadió, únicamente existen 13 bibliotecas en todo el país dedicadas a ese fin.

 

Siete de ellas –proyectadas desde 1995– están ubicadas en algunas localidades de Chiapas, con apoyo financiero de agencias internacionales y asesoría de Organizaciones no Gubernamentales, las cuales funcionan en forma irregular por las condiciones del conflicto en esa entidad federativa.

 

Las otras seis bibliotecas –promovidas y asesoradas por otras Organizaciones no Gubernamentales– están en el municipio de Ocosingo (una) Chiapas, y cinco en Zautla, Puebla.

 

En el Palacio de Minería, la especialista comentó que dentro de la política de la Dirección General de Bibliotecas aún está ausente el respeto a la diferencia cultural y lingüística que detentan las comunidades o los grupos indígenas que forman parte de sus usuarios. "Paradójicamente, en México se tiene el primer antecedente nacional importante que regula los derechos indígenas correspondiente al Primer Congreso Indigenista Interamericano, celebrado en Pátzcuaro, Michoacán, del cual también fue anfitrión México en 1940", recordó.

 

Graniel Parra reconoció que los siglos de rechazo y devaluación de las culturas y lenguas indígenas mexicanas, así como la presión recibida por los mestizos para reconocer su pasado indígena han provocado que ellos se vean en la necesidad de repudiar su lengua como condición para entrar al engranaje social actual.

 

Esta situación, abundó, los lleva a ocultarse y negar que hablan una lengua indígena para protegerse de la imposición mestiza, aspecto que cuestiona los datos estadísticos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, que en el censo del 2000 señala la existencia de ocho millones 650 mil 750 indígenas.

 

Ello plantea la necesidad de conocer cuál es la merma real que han sufrido las lenguas indígenas mexicanas; cuál es la cantidad de ellas que se ha extinguido, cuáles se encuentran en peligro de desaparecer y la cantidad exacta de las que existen.

 

La investigadora destacó que la Oficina de Representación para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas del actual gobierno indica que en México existen en la actualidad 62 lenguas con 30 variantes dialectales. El 9% de esa población es monolingüe en su lengua materna, el 44.27% es analfabeta, el 75% no ha concluido la primaria y 55 lenguas y dialectos cuentan con algún tipo de material educativo.

 

Esa dependencia gubernamental señala que la población indígena tiene un 46% de maestros con formación profesional y un 45% de la población escolar es atendida por la Dirección General de Educación Indígena. Este hecho plantea una baja calidad educativa, poca adecuación de los contenidos a las culturas indígenas, un bajo nivel académico del magisterio, mínimos contenidos interculturales en el programa regular, poca calidad y cantidad en material didáctico y, por tanto, alta deserción escolar y baja eficiencia terminal, concluyó.

 

Es recomendable que el bibliotecario funja como agente social de cambio, para lo cual requiere conocer el contexto específico de la comunidad y sus condiciones culturales y lingüísticas para planificar conjuntamente con ella la forma de servirle, así como para contar con elementos que busquen el apoyo hacia el fortalecimiento de la identidad comunitaria, concluyó.

 

 

 

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