Boletín UNAM-DGCS-1067
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En el mundo laboral, los comportamientos perversos, considerados acoso
moral, van encaminados a deshacerse de un asalariado sin tener que
indemnizarlo, indicó la psicoanalista francesa
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Dictó la conferencia El acoso moral, la violencia en lo cotidiano, en el
marco de las Jornadas Académicas de Posgrado de la FP
En el mundo laboral, los
comportamientos perversos de algunos individuos, considerados como
hostigamiento moral, son utilizados como una técnica para la formación de
equipos dirigentes y crear un tipo de administradores, afirmó la psicoanalista
francesa Marie-France Hirigoyen.
Al dictar la conferencia El acoso
moral, la violencia de lo cotidiano, como parte de las Jornadas Académicas del
Posgrado, la especialista mencionó que hoy en día, sin escrúpulo alguno, se
rompen las personalidades, se aíslan, se aplastan y, eventualmente, “se
deshacen de las personas sin ensuciarse las manos y sin dejar rastro alguno”.
En el ámbito laboral –explicó– se hace uso del acoso moral para hacer
que un individuo caiga en un error. Tales agresiones pueden provenir de colegas
celosos, o de quienes no soportan la diferencia, o también de los superiores y,
en ocasiones, pueden constituir una manera de deshacerse de un asalariado sin
tener que indemnizarlo.
De esa forma, indicó Marie-France
Hirigoyen, en algunos empleos los asalariados son manipulados como si fueran
peones y en el fondo –lo que inicialmente era un fenómeno de agresión por parte
de individuos perversos– se convierte en una estrategia normal para las
empresas.
La también especialista victimóloga, explicó que el acoso moral provoca
en el individuo agresiones psicosomáticas, pero también estados depresivos de
reacción que, a menudo, conducen a las víctimas a intentos de suicidio. “Nos
damos cuenta de que muchos suicidios en el mundo laboral están vinculados con
este tipo de agresiones y se registra más en hombres que en mujeres”, arguyó.
Expuso que algunos individuos a
través de una violencia insidiosa o de ataques sutiles provocan la destrucción
de otra persona y, además, logran que ésta se sienta culpable. En este tipo de
violencia insidiosa algo que se torna difícil es su detección, pues es negada
por el agresor quien considera que el otro se desprecia y si lo humilla es
porque se lo merece, es normal tratarlo así y el agresor justifica su actitud
“por el bien de la sociedad, de la empresa, etcétera”, añadió.
En el trabajo o en la familia se
trata de violencias ordinarias, anodinas, aceptables, que en el fondo se llevan
a cabo a través de naderías: bromas, miradas hostiles, actitudes de desprecio,
que por separado pueden no ser considerados importantes, pero que en reacción
resulta agresivo. “El afecto acumulativo de estos microtraumatismos provocan la
destrucción”, explicó la especialista francesa.
Explicó que como producto de sus
investigaciones, publicó el libro El acoso moral: la violencia perversa en lo
cotidiano, el cual –éxito de venta en Francia– produjo todo un debate crucial
en el mundo laboral y en la sociedad en general que permitió grandes avances
jurídicos y legales para legislar al respecto en varios países europeos.
Estas agresiones perversas
individuales se dan de una manera tan sutil que no llegan a percibirse. “La
violencia se denuncia cuando es directa, cuando se ve, pero cuando se torna
cotidiana y sutil es tolerada por una sociedad que no reacciona ante ella, a
menos que rebase ciertos limites”.
Las víctimas del acoso moral se
consideran un objeto, no perciben conflicto, el agresor domina y frente a él
“tenemos a alguien sin derecho a hablar, y que no es considerado como
interlocutor”.
Contrario a lo que sucede en la
violencia conyugal, la cual evoluciona según ciertos ciclos y con fases de
reconciliación; en el acoso moral, la violencia perversa es constante, la
víctima la vive todos los días sin pausa que le permita recuperarse. “Es una
hostilidad fría, constante y si la víctima pide explicaciones se le dice estás
imaginando cosas, estás loco, para nada, estás inventando. Y todo lo que diga
en su defensa se vuelve en su contra”, advirtió la especialista.
Por último, Marie-France Hirigoyen indicó que se trata de un nuevo
concepto de violencia que tuvo eco en su país y en algunas otras naciones
europeas, que obliga a reconsiderar las relaciones interpersonales y a analizar
nuestro comportamiento para saber en qué momento nuestras actitudes con los
demás se tornan abusivas y reconocer los límites de lo que podemos aceptar del
comportamiento de los demás.
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