06:00 hrs. Octubre 23 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-1040

 

     

                                                                                                                                                                        

         VÍCTIMAS DEL GRAFITI 20 % DE LAS FACHADAS Y ESPACIOS PÚBLICOS DE LA CIUDAD DE MÉXICO

 

·        Adela Hernández y Gloria Hernández, académicas de la UNAM, indicaron que las zonas habitacionales populares son las más utilizadas por los adolescentes

·        Indicaron que las imagines expresadas en los grafitis son difíciles de analizar

 

En la ciudad de México, cerca del 20% de las fachadas y espacios públicos, incluidos importantes inmuebles del patrimonio histórico, se encuentran rayadas por grafiteros, afirmaron Adela Hernández Reyes, de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Aragón y Gloria Hernández, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.

 

Las zonas habitacionales populares son las más utilizadas para estas manifestaciones. “La elección de sitios para plasmar los grafitis hip hop es indiscriminada, marcadamente clandestina y vandálica” y ejemplo de ello, indicaron, es la Serpiente del Pedregal, de Federico Silva en el Centro cultural Universitario.

 

Ambas integrantes del Seminario de Grafiti del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM señalaron que en México el grafiti hip hop es considerado por sus autores una moda compulsiva, un acto de resistencia civil, un medio de comunicación colectiva y una forma de arte popular globalizado.

 

Señalaron que entre los 30 millones de habitantes de la ciudad de México, cerca de cuatro millones de adolescentes y jóvenes tienen entre 12 y 18 años, y medio millón de ellos se dedican sistemáticamente a rayar paredes y espacios públicos de la megalópolis. “Muchos lo hacen solo unas cuantas veces y pronto se retiran de la práctica, pero también –se supone– 200 mil lo hacen de manera compulsiva e incontrolable”, indicaron.

En la ex Capilla del Palacio de Minería, ambas académicas subrayaron que la mayor parte del grafiti hip hop que se puede observar en muros y medios de transporte de la ciudad de México, lo produce gente de entre los 12 y 18 años de edad; aunque también hay personas que superan ese rango de edad.  La mayoría de estos jóvenes son del sexo masculino de clase social media y media baja, con escolaridad de primaria, secundaria y bachillerato y no pertenecen a ninguna corriente política en concreto.

 

Explicaron que las imagines de grafiti son difíciles de analizar. Si se observa bien, añadieron, “resultan ser cosas públicas que se complican con todo y todo lo complican y no bastan, por sí mismas, para entender el fenómeno sociocultural que representan”.

 

Indicaron que el trabajo académico hecho al respecto, además de escaso, apenas consigue seguir de cerca lo que efectivamente ocurre a través de este raro medio de comunicación colectiva.

 

El grafiti hip hop fue considerado por ambas investigadoras, como un mensaje-objeto narcisista que va dirigido a la misma persona que lo elabora. “Es un acto de autoestima; manifiestan un descontento individual colectivo que se resuelve con el acto de hacer el grafiti”.

 

Esta forma de expresión de los adolescentes, indicaron, plantea al mismo tiempo mensajes referentes  al arte y al delito organizado, a la moda y a la revuelta juvenil o contracultura.

 

La articulación de estas imágenes es un acto público, de carácter clandestino e ilegal, “un acto sustancialmente urbano, un rito de pasaje entre adolescentes, una acción para mostrar su valor y temeridad para así continuar capacitándose para la lucha diaria por la vida en este mundo del sexo, el mercado y la política”.

 

Por ello, comentaron, los grafitis hip hop se realizan casi siempre durante la noche en forma clandestina y con tiempos de producción que van desde unos cuantos segundos, minutos o hasta de dos o cuatro horas. En su elaboración emplean plumines, crayones de cera,  plumones, marcadores industriales, pintura en aerosol, piedra de esmeril, y canto de monedas, entre otros objetos.

 

Quienes los hacen buscan una experiencia adrenalínica, una emoción extrema al enfrentar a las autoridades y burlarlas, concluyeron las académicas universitarias.

 

 

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