14:30 hrs. Octubre 19 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-1030                                                                                                                                                                                        

 

 

 

 

EN MATERIA CULTURAL, EL ESTADO MUESTRA FRANCA DISCRIMINACIÓN

 

·        Ana María Salazar dijo que no podemos experimentar con la cultura como si fuera un tema irrelevante

·        El patrimonio cultural es una metáfora que está en la experiencia y la memoria colectivas de todos nosotros: Fernando Martín Juez

 

A pesar de la transición democrática que vive nuestro país, la práctica del Estado, desinteresado y alienador, raya en franca discriminación en materia de cultura. Los estrategas de la economía y el poder la consideran como si fuera un complemento o un lujo innecesario, una superestructura superflua e inesencial.

 

Ana María Salazar Peralta, del Instituto de Investigaciones Antropológicas, aseguró lo anterior durante su participación en la mesa redonda Patrimonio, preservación y rescate, que se llevó a cabo en el Auditorio de esa dependencia universitaria.

 

Ante ello, expresó, “vivimos momentos políticos que demandan una gestión cultural que integre la vida de una nación que requiere reivindicar su diversidad y su pluralidad cultural, desde los márgenes al centro mismo del poder. No se trata de reproducir esquemas populistas, pero tampoco podemos permitir la irresponsabilidad de experimentar con la cultura como si fuera un tema irrelevante”.

 

Añadió que la paz, la democracia y el desarrollo humano, sólo pueden arraigarse en la ética y en los valores populares que conforman las pautas de comportamiento cotidiano de los pueblos.

 

Salazar Peralta señaló que el tema de la cultura no puede trivializarse, la cultura de un pueblo es el eje que da sentido a la estructura social y política del Estado. Por ello es desconcertante que en esta materia se establezca como meta de la gestión del nuevo régimen que el patrimonio cultural debe apostar por la ciudadanización.

 

La producción cultural de los pueblos en general, emanada de los sectores populares, ha sido el eslabón más débil de la cadena del capital simbólico, por lo que gran parte de la producción cultural de los llamados “grupos subalternos” ha sucumbido frente al desarrollo capitalista y la modernización del país ante su raquítica promoción e investigación.

 

Sostuvo que el Estado nacionalista, al hacer suya la exclusividad del cuidado, conservación y estudio del pasado, en particular el prehispánico, creó una profunda contradicción jurídica y política respecto a los bienes culturales de los diversos sectores sociales, en especial la de los pueblos indígenas y campesinos, a los que hemos caracterizado como modernas sociedades tradicionales.

 

El cambio sociocultural derivado de la modernización y del desarrollo globalizador que se ha vivido en México polariza aún más las contradicciones y acentúa la estratificación entre los distintos sectores sociales respecto a la apropiación y al uso social del patrimonio cultural.

 

La antropóloga universitaria apuntó que en los últimos años en México y en otras naciones de Iberoamérica, se han gestado movilizaciones sociales cuyo motor se centra en la reivindicación social, en particular en la conservación del patrimonio cultural tangible.

 

Advirtió que la nueva relación entre desarrollo globalizador y cultura debe partir de las relaciones de reconocimiento recíproco entre los sectores sociales. Para ello, debe irse más allá del discurso panfletario y dejar planteadas las condiciones jurídico políticas indispensables que aseguren un auténtico trato ciudadano, en un Estado que camine por el sendero democrático y que atienda los derechos de la ciudadanía.

 

El patrimonio no es el que debe apostar a la ciudadanización, sino que históricamente en México ha sido la ciudadanía la que ha apostado por el patrimonio. En la etapa de transición en la que vivimos ha sido la sociedad civil y no otro sector social el que ha tomado la responsabilidad política de defender el patrimonio cultural.

 

Por su parte, Fernando Martínez Juez, investigador de la Facultad de Arquitectura, aseveró que una parcela para la producción, las tradiciones, los usos y costumbres, un templo, la gastronomía, la poesía, la lengua, la música, los signos, los ritos, los mitos y la religiosidad popular pueden ser patrimonio, ya que este es una metáfora, una idea trasladada a un objeto, una práctica, un vínculo, un modo de hacer que decidimos convertir en vehículo y depositario de creencias.

 

El patrimonio, agregó, es una metáfora que está entre nosotros, en la experiencia y la memoria colectivas, es consenso temporal de un colectivo.

 

Todo patrimonio es válido en tanto una comunidad así lo considere, sólo la sensibilidad a la belleza y los sentimientos humanos lo pueden transformar en algo mejor y más ampliamente compartido.

 

En su oportunidad, José Antonio Fernández de la Rota, de la Universidad de Coruña, España, señaló que en la medida en que vamos dando un giro etnográfico en la construcción del patrimonio, cada vez nos encontramos con un gran problema, el de la dignidad humana de personas y grupos sociales, que terminan por convertirse en espectáculo de otros hombres.

 

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