06:00 hrs. Octubre 18 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-1023                                                                                                                                                                                        

 

PIES DE FOTO AL FINAL DEL BOLETIN 

NECESARIA MAYOR REFLEXIÓN EN TORNO A LOS TRANSPLANTES DE ÓRGANOS Y SU SIGNIFICADO

 

·        Ingrid Brena Sesma, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, sostuvo que donadores, receptores y familiares deben estar plenamente informados sobre su significado

·        Las personas no donan sus órganos por cuestiones religiosas, culturales, temor o desconocimiento: Judith González Sánchez del Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán.

 

Las implicaciones de los transplantes de órganos no se limitan a sus aspectos técnicos o médicos; van implícitas también consecuencias científicas, sociológicas, psicológicas, filosóficas y jurídicas. Por ello, los especialistas en la materia y la sociedad en general deben analizar más a fondo los límites necesarios de dicha actividad, señaló Ingrid Brena Sesma, del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM.

 

La idea es beneficiar el estado de salud de personas que la han perdido, al tiempo que se preservan los valores profundamente enraizados en las culturas donde se lleva a cabo este tipo de operación, agregó Brena Sesma.

 

Durante su participación en la conferencia Reflexiones en torno al transplante de órganos y tejidos y los derechos humanos de los participantes,  organizada por el Núcleo de Estudios Interdisciplinarios en Salud y Derecho del IIJ, agregó que la información sobre los riesgos y las posibilidades de éxito, que debe ser proporcionada por el equipo médico, tiene que conocerlas muy bien el donador, el receptor y las familias de ambos, que en muchos casos es la misma.

 

Si la persona de la cual se extraen los órganos o tejidos está viva, explicó, ella será quien manifieste su voluntad de donar. Si se trata de un fallecido "estamos frente a un cadáver, al cual se le considera ya como un objeto".

 

En tal supuesto se pueden presentar dos posibilidades: que la persona en vida haya dispuesto la donación para después de su muerte, y si la persona murió sin dejar expresada su voluntad de donar o de manifestar que no desea que alguno de sus órganos le sea extraído a su cadáver, las distintas legislaciones señalan quienes pueden autorizar la ablación de los órganos.

 

Las decisiones no son fáciles, ya que si se trata de la donación de un riñón o de un órgano no renovable se somete al donante a una intervención quirúrgica no exenta de riesgos y se deja abierta la posibilidad de un incremento de riesgos futuros para su salud.

 

Lo que más frecuentemente ocurre, aseguró, es que las personas no hagan manifestación alguna sobre el destino de sus órganos o tejidos. En este caso la legislación mexicana ha resuelto regular la aceptación tácita cuando se requiere para fines de transplante, pero con el necesario consentimiento de alguna de las personas señaladas en la ley: el o la cónyuge, el concubinario, la concubina, los descendientes, los ascendientes, los hermanos, el adoptado o el adoptante.

 

También los menores pueden convertirse en donantes. En estos casos, se requiere de un planteamiento distinto y muy delicado, pues los menores no han alcanzado el grado de discernimiento y autonomía personal para gobernarse y decidir por sí mismos.

 

Sin embargo, dijo Brena Sesma, no permitirles a los niños o adolescente que expresen su voluntad parece una transgresión a sus derechos fundamentales. "Desafortunadamente, la legislación mexicana no toma en cuenta la voluntad del menor, ni siquiera su opinión".

 

Al lado de los médicos que participan en los transplantes es necesaria la intervención de otros profesionales de la salud, pues este suceso tiene un gran impacto en las emociones tanto del donante si está vivo o de sus familiares, si está muerte, así como del receptor.

 

"No es fácil aceptar la ablación de una parte del propio cuerpo. Para algunas personas podría incluso representar un trauma el saber que carecerán de un órgano para el resto de su vida. Además, deben saber que tal vez su gesto altruista no llegue a buen fin si se presentan complicaciones como el rechazo del órgano por el donante. Tampoco al receptor le resultará sencillo aceptar un órgano extraño ¿Deberá estar agradecido toda su vida a quien le donó el órgano? Indudablemente el entender y aceptar estos cambios requiere de un soporte psicológico", afirmó.

 

Al respecto, Judith González Sánchez, responsable del Área de Psiquiatría del Comité de Transplantes del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, habló de la experiencia de este organismo en cuanto a los transplantes, destacando que principalmente realizan de riñón, hígado y médula ósea.

 

En promedio, comentó, se realizan, de riñón, dos a la semana, de hígado, dos al mes, y llevan seis de médula ósea en los ocho meses que tienen de estar realizándolos.

 

Quienes se niegan a donar o a ser objetos de transplante, precisó, lo hacen por motivos religiosos o culturales, por temor, y por desconocimiento del proceso y sus consecuencias tanto positivas como negativas.

 

 

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Foto 1

Las personas no donan sus órganos por cuestiones religiosas, culturales, temor o desconocimiento, señaló en la UNAM Judith González Sánchez del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.

 

Foto 2

Carolina Álvarez, Ingrid Baena Sesma y Judith González Sánchez durante la conferencia Reflexiones en torno al transplante de órganos y tejidos, y los derechos humanos de los participantes, en la UNAM.