9:00 hrs. Enero 7 de 2001


Boletín UNAM-DGCS-011

 

MÁS DE 14 MIL NIÑOS VIVEN EN LAS CALLES DE LA CIUDAD DE MÉXICO

 

·        Deambulan, principalmente, en las delegaciones Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Alvaro Obregón e Iztapalapa

·        Puede ser muy lenta la reintegración de los jóvenes al seno familiar

 

En el Distrito Federal viven en la calle alrededor de 14 mil niños, cifra que aumenta anualmente entre el 20 y el 30 por ciento, además se percibe la formación de una nueva generación con los hijos de estos niños que nacen y viven en los mismos sitios que sus padres: en las coladeras, construcciones abandonadas, autos viejos, terrenos baldíos y bajo los puentes vehiculares, informó Rocío Murillo Zamarripa, catedrática de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.

 

Se concentran principalmente en las delegaciones Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Alvaro Obregón e Iztapalapa, en las zonas con fácil acceso para dormir, alimentarse, buena red de sobrevivencia callejera, además de la posibilidad de realizar actividades lícitas e ilícitas.

 

El término “niño de la calle” se aplica cuando el lugar de pernocta e interrelación es la calle y rompe el vínculo con la familia o la comunidad de origen para formar un nuevo grupo donde se desempeña función, ya sea como proveedor o líder.

 

En cambio, “niños en la calle” son los menores que tienen contacto con la familia y utilizan la calle para trabajar y convivir, pero se contemplan como grupos en riesgo.

 

“Las causas principales para que un menor rompa el vínculo con la familia es el maltrato o el abandono, al no tener la atención y cuidado dentro del núcleo familiar, la falta de comunicación y la carencia de una figura de autoridad a quién seguir”, definió la catedrática universitaria.

 

En principio el niño busca en la calle lo que no encuentra en la casa, como es el sustento económico, también a quién lo escuche, a quién seguir y quién lo enseñe. Se culpa directamente a la familia por esta situación, pero ellos son el reflejo de un sistema y repiten un patrón de conducta que viene por generaciones, también es antecedente que alguno de los padres también fue niño de la calle, indicó.

 

Se denomina Red de Sobrevivencia Callejera a todos aquellas personas que están alrededor del lugar donde duerme el menor e intentan ayudarlo, con comida, ropa o trabajo. “Una de las propuestas que nosotros tenemos es trabajar en conjunto con la red de sobrevivencia para que el apoyo se dirija a niños se integran a los proyectos de las instituciones de asistencia.

 

Un factor muy importante es que los niños provienen de familias reconstruidas, donde falleció el padre o la madre, o alguno de ellos no cumple con la función y el poco orden o la organización destruye a la misma familia con actitudes de agresividad, alcoholismo o drogadicción, de los padres.

 

La figura del padrastro es vital para que los menores tomen la decisión de salir a la calle, porque éste no ejerce la función de padre y en muchos de los casos abusan sexualmente del menor, afirmó Murillo.

 

El 60 por ciento de los niños que viven en las calles tienen entre 16 y 21 años de edad; el 70 por ciento son hombres y el resto mujeres. El consumo de drogas entre estos niños es generalizado; únicamente alrededor del 5 por ciento no tienen contacto con ellas. Las sustancias que utilizan son varias, pero predomina el “activo” o los solventes, las pastillas, la marihuana y, en menor medida, la cocaína.

 

En los años 80 se observó mucho más el fenómeno de los niños de la calle, en los 90 se agudizó y fue entonces cuando surgió el mayor número de instituciones para atender este problema.

 

Los menores generalmente son explotados por adultos que crecieron en las calles y los utilizan como medio para delinquir, mientras que en el caso de las mujeres se les incorpora a la prostitución.

 

Las enfermedades que más presentan los niños de y en la calle son pulmonía, infecciones sexuales y, sobre todo, las asociadas con el consumo o abstinencia de drogas, además de trastornos mentales.

 

De 157 jóvenes atendidos en el Centro Villa Margarita, solamente se identificaron dos casos de SIDA, lo que no representa que sea bajo el índice de padecimientos de esta enfermedad, debido a que muchos de los niños de la calle no acuden a estos centros para ser diagnosticados.

 

El ideal de las instituciones es lograr que el menor se reincorpore a la familia, pero sólo entre el 10 y 20 por ciento de los casos se logra. En otros se restablece el vínculo familiar aunque siga viviendo fuera del hogar. El objetivo es que el joven tome conciencia de los motivos que lo llevaron a vivir en la calle para que el patrón de conducta no se repita en sus hijos, aseguró la universitaria.

 

El tratamiento para este tipo de niños, agregó,  debe ser multidisciplinario, pues se debe restablecer tanto física como mentalmente, y para eso es necesaria la coordinación interinstitucional de los programas de educación para la salud y el trabajo con las comunidades.

 

Se debe planear un modelo de atención que sea evaluado y modificado en la práctica por las instituciones, de acuerdo a las necesidades, además de un cambio en la normatividad para que se tipifiquen las penas sobre el abuso sexual, explotación, maltrato físico y mental, establecer los derechos y las obligaciones de los tutores o custodios, propuso la investigadora.

 

“Es necesario que la sociedad se involucre, informe y participe en programas de atención para estos jóvenes, pues no podemos ignorarlos, además se deben implementar medidas de prevención en su propia familia”, concluyó.

 

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