Boletin: UNAM-2000/614
Lugar: Ciudad Universitaria
Fecha: Sábado, 30 de Septiembre de 2000
EL TURISMO Y LOS CAMBIOS
CLIMÁTICOS, FACTORES DE RIESGO PARA LA BALLENA JOROBADA
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Luis Medrano, investigador de la Facultad de
Ciencias de la UNAM, señala que la contaminación de las aguas ya tiene efectos
visibles en estos cetáceos
El crecimiento del turismo en
las costas donde se reproducen las ballenas jorobadas y las variaciones
climáticas alteran en forma considerable los hábitos y costumbres de estos cetáceos,
afirma Luis Medrano, investigador del Laboratorio de Mamíferos de la Facultad
de Ciencias de la UNAM.
El tráfico de embarcaciones,
agregó el investigador, tiene efectos negativos sobre estas ballenas, además la
contaminación de las aguas que constituyen su hábitat se incrementa con los
desechos provenientes de ríos y las descargas industriales o agrícolas, lo que
ha provocado en algunos casos, la presencia de contaminantes en los tejidos de
estas ballenas.
A esto se suma, indicó, el
daño que han sufrido las costas en las que habitan, debido al gran incremento
en la actividad turística a partir de la década de los 90, que es el efecto más
inmediato y posiblemente el más importante sobre la vida de las ballenas
jorobadas.
Esta especie, manifestó,
actualmente está protegida contra la caza comercial o científica. La
prohibición de la matanza de estas ballenas se decidió en 1966 por la Comisión
Ballenera Internacional. Sin embargo, al tratarse de animales que se encuentran
preferentemente en zonas costeras, se ha desarrollado un intenso turismo a su
alrededor.
No obstante lo anterior,
Medrano reconoció que la población de esta especie marina no ha disminuido,
sino que al contrario, parece estar en recuperación y hoy se tienen en México
aproximadamente dos mil ejemplares.
Con respecto al cambio
climático, el investigador dijo que aún cuando la Organización de Naciones
Unidas (ONU) lo ubica como principal problema ambiental a nivel mundial, en
México no parece constituir una amenaza a la que deban enfrentarse estos
cetáceos.
Luis Medrano explicó que los
efectos de los fenómenos climáticos se manifiestan en la distribución y
conformación de su estructura poblacional y pudiera repercutir en la
conservación de la especie en el largo plazo.
Precisó que de acuerdo a la
genética de los cetáceos, la historia de la población se asocia con las
glaciaciones. En las zonas glaciares, añadió, los animales son menos abundantes
y su distribución es más ecuatorial, y a medida que el clima es más cálido se
expanden hacia los polos.
En México, precisó, los
cambios de distribución de acuerdo a estas pautas se observan mientras tienen
lugar los fenómenos conocidos como “El Niño” y “La Niña”, que son ciclos de
cambios climáticos en periodos de aproximadamente 10 años.
En su etapa de reproducción,
durante el invierno, esta especie prefiere las aguas costeras, que son poco
turbulentas y subtropicales, cuya temperatura oscila entre los 21 y 25 grados
centígrados, agregó.
La hipótesis, afirmó, es que
las ballenas jorobadas prefieren aguas cálidas y poco profundas para el cuidado
de sus crías y ello produce que toda la población migre hacia esos lugares.
El académico señaló que las
cifras estimadas en cuanto a reproducción de esta especie indican que una
hembra tiene por lo general una cría cada dos años, aunque a veces eso ocurre
cada tres o cuatro años, y ocasionalmente una vez cada año.
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