Boletin:          UNAM-2000/571

Lugar: Ciudad Universitaria

Fecha: Domingo, 17 de Septiembre de 2000

 

NO HAY CERTEZA CIENTÍFICA PARA CONSIDERAR AL ABORTO COMO UN ASESINATO: RICARDO TAPIA

 

 

”En términos científicos se desconoce si el aborto es el asesinato de una persona, porque hay diferencias entre la existencia biológica y la de un ser humano, planteó el investigador del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, Ricardo Tapia, quien sostuvo que "si no tenemos la explicación neurocientífica para el aprendizaje, la inteligencia o la conciencia, mucho menos la tenemos para la personalidad”.

 

Al participar en la mesa redonda "Hablemos del aborto. Ciencia, salud pública y responsabilidad del Estado", el investigador explicó que sólo se conocen aspectos del desarrollo del sistema nervioso y de la formación de las redes neuronales en ciertas regiones del cerebro que participan en los fenómenos de conciencia.

 

Desde el día 12 de embarazo, señaló, al implantarse el óvulo fecundado o cigoto en el útero, cuando se da el agrupamiento de células que se reproducen, y hasta la octava semana, no se puede hablar de un ser humano en términos de redes de neuronas.

 

En el evento, efectuado en el auditorio Carlos Graef de la Facultad de Ciencias, Ricardo Tapia señaló que si se compara el desarrollo embrionario de diversas especies de vertebrados se observa una gran similitud entre las diversas especies de seres vivos, como la salamandra, la cabra, el conejo y el hombre, incluso hasta la séptima semana. Entonces, “es difícil decir que antes existe un ser humano”.

 

Resaltó que desde el punto de vista de las neurociencias las funciones mentales sólo ocurren cuando está maduro el sistema nervioso central y el cerebro funciona con normalidad, “por lo que pensar que dentro de los tres primeros meses del embarazo ya hay un ser humano es prácticamente imposible”.

 

En su oportunidad, Horacio Merchant, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, indicó que usar argumentos científicos para combatir ideas religiosas es tan absurdo como hacer lo contrario.

 

“La ciencia tiene su propia dinámica y ética, por lo que difícilmente se nos ocurre una idea religiosa producto de nuestras investigaciones científicas. Los conceptos de la ciencia no pueden ser utilizados para apoyar posiciones ideológicas, religiosas o políticas, porque ella siempre emite verdades

tentativas, teorías o hipótesis”.

 

Además, agregó, el verdadero científico no asume actitudes dogmáticas y emite una verdad parcial, dentro de parámetros delimitados, lo cual siempre puede ser suplido por una nueva hipótesis o explicación. Es absurdo utilizar conocimientos científicos para establecer reglas morales, y viceversa, tampoco un científico debe argumentar frente a un creyente con datos de la ciencia.

 

La vida, manifestó el especialista, no empieza en el momento de la fertilización, es un proceso continuo y su origen es un problema que se remonta a tiempos geológicos, pero no hay explicaciones absolutamente ciertas con respecto a ella.

 

En tanto, la ginecobstetra del Instituto Nacional de Perinatología, Verónica Gámez, definió médicamente al aborto como la extracción o expulsión del producto de la concepción en las primeras 20 semanas de embarazo. Etimológicamente, agregó, significa privar del nacimiento u origen.

 

Comentó que legalmente el aborto provocado es la cirugía más frecuente en los Estados Unidos: tres millones de mujeres en ese país se lo han inducido por lo menos una vez en los últimos 10 años; el promedio anual es de 60 mil a 100 mil; y en los últimos 45 años el 43 por ciento del total de mujeres lo han practicado. En México no existen cifras reales, porque son clandestinos.

 

Sin embargo, reconoció que si bien las muertes han disminuido como resultado de la investigación científica y las condiciones de higiene, se ha incrementado el número de mujeres estériles por esa causa.

 

En América Latina, añadió, del 20 al 46 por ciento de las mujeres reconocen haber tenido un aborto provocado y en el Instituto Nacional de Perinatología de México, es una de las primeras 10 causas de morbilidad hospitalaria.

 

A su vez, Elena Bernal, antropóloga e integrante del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), aseguró que el aborto no sólo es un problema de salud pública, sino una cuestión de justicia social y democracia, cuyas condiciones no podrán conocerse mientras se mantenga en la clandestinidad.

 

Expuso que el Estado debe garantizar las libertades de los ciudadanos, “que todos y todas podamos hacer, pensar y sentir”. Asimismo, que coexistan las diferentes concepciones del bien y garantizar el acceso de la totalidad de la población al bienestar y a la salud.

 

El aborto inducido, opinó, es una práctica que se silencia y se vive con dolor porque sigue siendo clandestina e insegura. Se estima que en México se dan entre 200 mil y un millón de casos, con consecuencias como hemorragias, infecciones, perforaciones de intestino y la muerte para quien decide llevarlo a cabo.

 

Manifestó que también se trata de un problema de justicia social, porque cuando no hay posibilidad de atención médica segura, cuando es la propia mujer o una “comadrona” quien lo practica su vida corre riesgo, y, más aún, cuando se trata de personas sin recursos ni información suficiente.

 

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