Boletin: UNAM-2000/449
Lugar: Ciudad Universitaria
Fecha: Viernes, 04 de Agosto de 2000
LA VIOLENCIA EMOCIONAL CONTRA
LAS MUJERES SE INCREMENTA DURANTE EL EMBARAZO
Un alto porcentaje de mujeres experimenta el incremento en
la violencia durante el embarazo, la cual -en la mayoría de los casos- puede
estar asociada con el hecho de que en esta etapa la mujer está más cansada y
piensa en el nuevo hijo y, por lo mismo, menos “disponible” sexualmente, afirmó
el doctor Roberto Castro Pérez, investigador del Centro Regional de Investigaciones
Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM.
Como resultado de la
investigación Factores sociales asociados a la violencia contra mujeres
embarazadas, el sociólogo descubrió que el embarazo, lejos de ser un motivo de
protección para la mujer maltratada, constituye un factor de riesgo.
A través de una encuesta
realizada a una muestra de casi mil usuarias de servicios de salud del estado
de Morelos, el investigador constató que durante el embarazo diminuye la
agresión física y sexual, pero se incrementa la de tipo emocional
"Encontramos que el 25
por ciento de las mujeres encuestadas presentan violencia antes y durante el
embarazo y, aunque a simple vista parece ser igual en ambos períodos, al
examinar de qué tipo se trata, se encuentra que la física y la sexual
disminuyen durante el embarazo, pero aumenta la emocional", precisó.
El también miembro del Sistema
Nacional de Investigadores, indicó que la disminución de la violencia física
puede deberse a que de alguna manera la mujer embarazada impone más respeto en
nuestra cultura; por lo cual, "los hombres no se animan a pegarles. Sin
embargo, quienes sí lo hacen, regularmente golpean a sus parejas en el
vientre".
Por eso, abundó, cuando los
hombres violentos optan por no abusar físicamente de su pareja, tienden a
recurrir al abuso emocional de la misma; "hay más insultos, humillaciones
y amenazas que no llegan a concretarse e, incluso, empieza el control de sus
salidas y amistades o la prohibición de que la mujer trabaje".
Castro Pérez señaló que la
violencia puede estar asociada a ciertas variables como la edad de los
cónyuges, su nivel escolar, sus actividades cotidianas y la forma como está
compuesta la familia.
Por ejemplo, puntualizó,
sabemos que las mujeres menores de 20 años sufren más violencia en comparación
con las de mayor edad, y en el caso de los esposos, entre menor edad tienen
también son más violentos.
"En muchos de los casos
estudiados, observamos que hubo conductas violentas cuando las parejas tenían
bajo nivel escolar o donde el embarazo no fue deseado por alguno de los
cónyuges", agregó.
También, indicó, encontramos
más violencia en mujeres que tuvieron otra pareja antes de la actual y en
aquellas con más hijos, pero de diferentes padres. "En cambio, las mujeres
cuyo esposo actual también tiene hijos con otras mujeres, presentan menos
agresiones por parte de su cónyuge".
Asimismo, el coordinador del
Programa de Investigación en Sociedad, Salud y Violencia del CRIM, destacó:
“las mujeres dedicadas a las labores del hogar tienen más probabilidades de ser
agredidas en comparación con aquellas que estudian o trabajan”.
Mencionó que hay otros
factores que se asocian a la agresión contra mujeres embarazadas, como son el
desempleo, los antecedentes familiares y el consumo de alcohol u otras drogas.
“Si la mujer tuvo una infancia
donde experimentó violencia también es probable que encuentre una pareja
agresiva y, cuando el hombre crece en un seno familiar donde hay conductas
violentas, él puede ser violento con su esposa”, apuntó.
Sin embargo, aclaró, variables
como el consumo de alcohol u otras drogas pueden asociarse a la violencia pero
no constituyen un factor determinante
para que se presente en una relación de pareja.
El especialista explicó que las
parejas se enganchan en un ciclo de violencia en donde pasan por varias fases:
la primera es una llamada luna de miel, la segunda una etapa de conflicto donde
estalla la violencia y una tercera de arrepentimiento del hombre, donde la
mujer regularmente cree que su cónyuge ya no le va a pegar.
Esta actitud, afirmó, obedece
a factores como la sumisión de las mujeres, su condición de desigualdad de
género que se refleja en casos donde la mujer no puede dejar a su pareja porque
no tiene trabajo y por lo tanto no puede mantener a sus hijos. Entonces
dependen económicamente del marido y se sienten atadas, lo que constituye
básicamente una cuestión de poder.
Aseguró que conforme pasa el
tiempo, este ciclo de violencia se hace más drástico y las parejas cada vez
pasan más rápido por las etapas mencionadas. “En este momento es cuando se
incrementa el peligro para las mujeres, y es también cuando pueden presentarse
rupturas y separaciones”.
En cualquier caso, subrayó el
sociólogo, este problema genera mucho sufrimiento y lo que hace falta son
apoyos para que las mujeres sepan a quién pueden recurrir para recibir ayuda.
En este sentido, consideró, es
necesario entender por qué desarrollan algunos hombres un patrón de violencia
contra las mujeres y cómo se puede hacer una intervención eficaz que realmente
ayude a transformar su conducta en solidaria e igualitaria.
La idea es, concluyó el doctor
Castro, poner a consideración de instituciones de salud y ONG’s interesadas en
este problema, los resultados de esta investigación para dar mayor utilidad a
los datos y, a través de la integración de un equipo multidisciplinario,
iniciar un programa de ayuda para mujeres embarazadas víctimas de violencia.
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