Boletín: UNAM-2000/332 

Lugar: Ciudad Universitaria

Fecha: Sábado, 17 de Junio de 2000

LA VIOLENCIA PRESENTE EN EL 95 POR CIENTO DE LAS FAMILIAS MEXICANAS

 

·       · Agresiones físicas, verbales o sexuales son cometidas generalmente por el padre

        

·       · La mitad de los casos requiere de tratamiento psicológico urgente, afirman médicos y psicólogos de la UNAM

 

En el 95 por ciento de los hogares mexicanos se ha registrado alguna forma de violencia familiar, ya sea física, psicológica o sexual, afirmó en entrevista el doctor Ramón Esteban Jiménez, Director de la Clínica para la Atención y Prevención de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

El universitario indicó que el 90 por ciento de las víctimas de violencia son mujeres y generalmente es el padre quien comete las agresiones en contra de la mujer y los hijos. El 10 por ciento restante lo sufren hombres, que también padecen algún tipo de violencia en su casa.

 

La violencia doméstica no es exclusiva de ningún nivel socioeconómico, afirmó Esteban Jiménez, aunque aclaró que de acuerdo con investigaciones recientes “la gente con menores recursos económicos tiende a ser un poco más violenta, porque está sujeta a más estrés, que la gente que tiene mejor posición económica”.

 

La mitad de los casos de violencia intrafamiliar -señaló- requieren de un tratamiento psicológico urgente, ya sea individual, familiar o de grupo. “El tratamiento depende de cada caso, de la disposición de la gente y de la extensión del daño psicológico, físico o sexual generado”.

 

Las secuelas de la violencia en el comportamiento de los hijos varones, explica el director del Caprevi, “van desde la pérdida de la autoestima, disminución de la masculinidad, temor a las figuras de autoridad o bien reproducción de los esquemas de violencia. A la larga, las víctimas se enfrentan a dificultades para establecer su relación de pareja y con los hijos. La persona que sale de un hogar violento, reproduce la conducta o le teme a esta situación”.

 

En el caso de las niñas, explica, “hay una transmisión generacional de la conducta, es decir, si ellas asumen la violencia en forma pasiva al ver su madre la aceptaba, se acostumbran a ver este comportamiento como un patrón válido y lo reproducen.

 

Sin embargo, aclara el doctor Esteban, esta conducta no se expresa tan pasivamente como se creía antes, “la mujer también tiene una carga de hostilidad muy fuerte, que cuando está reprimida tiende a manifestarse por episodios y sin control, de forma inconsciente con los hijos, con el marido, y después alternándose con períodos de sumisión. Las formas más frecuentes de expresarse ante la violencia es autoagrediéndose, enfermándose, cayendo en la depresión y la angustia”.

 

El doctor Esteban Jiménez señaló que la cantidad de años que se pierden por efectos de depresión y angustia -que son los dos padecimientos afectivos más importantes generados como secuela de la violencia intrafamiliar-, superan con mucho a los años de vida saludable perdidos por enfermedades cardiovasculares, por diabetes o por cáncer cervicouterino. En el ámbito laboral, una persona que está deprimida, hombre o mujer, genera discapacidad en el trabajo o ausentismo.

 

LA VIOLENCIA DOMÉSTICA UN PROBLEMA DE GÉNERO

 

El fenómeno de la violencia doméstica, tiene que ver más con una situación de género que con una cuestión económica, “y esto se reproduce en todas las capas sociales de todos los países del mundo”, opinó la doctora Ruth González Serratos, directora del Programa de Atención Integral a Víctimas y sobrevivientes de Agresión Sexual, de la Facultad de Psicología de la UNAM.

 

Es una cuestión -comentó-, que los masculinistas llaman “la pedagogía masculina”, a los hombres se les enseña desde muy pequeños a resolver todas sus diferencias de manera violenta, además ven en casa que el papá tiene una prerrogativa y aprenden a ser violentos, como una forma altamente efectiva para dirimir las querellas. A los niños se les entrena para ello, con frases como “si no le rompes el hocico, yo te lo rompo a ti”, “pareces maricón, no chilles”, “los hombres no lloran”, además de toda la discriminación que se hace en contra de las mujeres, como “el último es vieja”, “hasta pareces niña”.

 

Los hombres desde que nacen –manifestó González Serratos-, tienen privilegios sobre las mujeres. Es una prerrogativa de todos los hombres utilizar a las mujeres para su servicio, para su complacencia. Es un sistema de roles perfectamente armado en las leyes, la escuela, la religión, los medios de comunicación, es decir, siempre hay una situación de control sobre la mujer, de conquista, donde se espera de la mujer la sumisión y el servicio en todos los sentidos.

 

La mujer –comenta la universitaria-, cada vez menos sufre agresiones físicas, sino más bien del tipo emocional, psicológico o sexual. “La mujer, al no encontrar la forma de parar la violencia desarrolla el síndrome de Estocolmo, establece una vinculación afectiva, a largo plazo, con el agresor y por el miedo a que se repita la agresión. En este caso –explica González-, la mujer modifica una serie de cosas que le molestan al marido para satisfacerlo, y aún así no lo complace. Por ejemplo, si un día su esposo se enfurece porque ella se fue a casa de su mamá, ya no lo hace, y al día siguiente se enoja porque la salsa fue roja y no verde, entonces ya siempre hace la salsa verde, y así sucesivamente; se adapta a la situación.

 

“Las mujeres que sufren violencia tienen una serie de repercusiones tanto en la salud propia como en la habilidad para cuidar a los hijos. Es una violencia en cascada –afirma- pues detrás de cada niño maltratado siempre hay una madre que está sufriendo lo mismo”. Las enfermedades de tipo psicosomático, de tipo emocional que tienen que ver con la depresión, llevan a un deterioro de la salud global de la mujer, que llegan a afectar su mundo social y laboral, señala la doctora en psicología.

 

Tener apoyo económico externo no siempre es la solución, de acuerdo con estudios realizados sobre el tema por Soledad González, del Colegio de México, y de Juan Carlos Ramírez, de la Universidad de Guadalajara, quienes señalan que los hombres golpean más fuerte a las mujeres que trabajan, les arman escándalos, las acosan en todos sentidos, les quitan lo que ganan, les maltratan la ropa, para que ellas no puedan salir de su control.

 

En el Programa de Atención Integral a Víctimas y Sobrevivientes de Agresión Sexual, de la Facultad de Psicología de la UNAM, dice González Serratos, “tenemos un proyecto piloto en Monterrey, Nuevo León; Torreón, Coahuila; Cuetzalan y la ciudad de México, donde vamos a instruir a la segunda generación de capacitadoras para orientar a las víctimas, no les vamos a decir “mujer no te dejes golpear”, “o salte de tu casa”, sino que las vamos a orientar para que tengan una ruta real de escape. Contamos con instrumentos para evaluar la peligrosidad de la situación que están viviendo ya que las mujeres en ocasiones no se dan cuenta del riesgo tan alto en que se encuentran ellas y sus hijos. “Las mujeres tienen mucho potencial y con apoyo, descubren que pueden decirle no al marido sin poner en riesgo a su familia, eventualmente maduran la idea de salirse, pero no como si se aventaran a un pozo, sino que planean una estrategia para seguir creciendo”, concluye.

 

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